Revista Jurídica Cajamarca | |||
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Los riesgos de la medicina basada en evidencias(*)Genival Veloso de França (**)
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Resumen: El autor
conceptúa medicina basada en evidencias y se reporta a los criterios y a
las razones de los defensores de esta estrategia. La intención de este
trabajo es mostrar que hay riesgos en la “sacralización” de este
nuevo paradigma asistencial y pedagógico en su forma de alcanzar la
verdad absoluta, principalmente llevando en cuenta algunas dificultades aún
existentes en la adquisición de publicaciones de alto nivel y en el hecho
de la medicina clínica ser un arte y no una ciencia exacta. Más aún
cuando se intenta pasar la idea de que existe más evidencia de lo que la
medicina realmente tiene y cuando se sabe que los cuadros clínicos más
complejos no disponen de elementos para una decisión más convincente.
Coloca en duda la “absolutización” de la idea de un padrón de salud
basado en evidencias y el riesgo resultante de una profusión alarmante de
publicaciones que llegan anualmente a 30 mil sobre asuntos biomédicos y
para cada materia específica cerca de 300 artículos y 100 editoriales
por mes, siendo que algunos se colocan en franca oposición con los otros
lo que, en la visión del articulista, queda más complicada la situación
del médico que está al final del sistema, y que lo ideal sería buscar
un equilibrio entre las teorías fisiopatológicas consagradas, en la
experiencia personal y en el resultado de las investigaciones
clínicas. Untermos: Medicina
basada en resultados; Medicina basada en pruebas. Medicina de resultados. 1.
Los
fundamentos La medicina
basada en evidencias, según sus ardientes defensores, sería la
utilización racional y juiciosa de la mejor evidencia científica
disponible para tomar decisiones sobre cuidados a los pacientes, o, el
proceso de descubrir siempre, evaluar y encontrar resultados de
investigación con base en las decisiones clínicas[1]. Significa, así,
el empleo de lo que hay de mejor en los resultados científicos disponible
originarios de la investigación, y no de lo que puedan decir las teorías
fisiopatológicas y la autoridad o experiencia individual. Una medicina
basada en el análisis estadístico de efectos. En suma, una medicina de resultados. De esta
forma, el concepto de medicina basada en evidencias condiciona que las
decisiones clínicas y los cuidados de salud deban estar basados en las
evidencias actuales que llegan de la publicación científica
especializada en estudios y trabajos que puedan ser evaluados críticamente
y aconsejados. O sea, la aplicación de los medios y métodos médicos
debe concentrarse en la información obtenida en la literatura “científicamente
válida y relevante”, con implicación directa para la práctica médica
de los cuidados de salud. Esto redunda, necesariamente, en la busca
incesante de la localización de la “información precisa”. De la evaluación solitaria y subjetiva del clínico se pasan
a aceptar, apenas, como de reconocido valor científico, las informaciones
oriundas de la investigación de profesionales de peso en amplios estudios
y en un número expresivo de pacientes, observados en servicios de
excelente cualidad. Según esta concepción de medicina, si ella permanece apenas en la
experiencia profesional se perderían los avances que la ciencia nos
ofrece en los días de hoy, los cuales son capaces de ampliar y mejorar la
atención en los cuidados de la salud de los individuos y de las
comunidades. Y más: como tal metodología es utilizada por múltiples
agentes de salud, los programas son evaluados en su mejor forma de
utilización, lo que significa integrar una consagrada experiencia científica
a todo el equipo, como la mejor evidencia disponible. Algunas veces hasta podemos tener dudas de la mejor propuesta de atención a
la salud en ciertas circunstancias y contingencias, o mismo alguna
dificultad para saber si tal gasto es justo e imprescindible. No obstante,
lo que se debe tener en cuenta es la convicta deliberación de que estamos
haciendo siempre aquello que se nos presenta como lo mejor y más adecuado
al paciente y que él esté recibiendo lo que es más apropiado para sus
necesidades y circunstancias. Mismo que la salud sea acepta y consagrada como un bien social de la mayor
importancia y que la utilización racional de los recursos que a ella se
aplican sea de imperiosa obligación, no se puede admitir que la política
de asistencia a la salud individual o colectiva sea una práctica dirigida
apenas para la contención de gastos, o, peor aún, para el lucro
desmedido. No se puede retirar del paciente la mejor asistencia dentro de
lo que está disponible, y es justo y necesario. En el complejo ejercicio del arte médico hay tres niveles de dudas que no
se pueden omitir en un análisis como éste: la primera, sería relativa
al propio paciente cuando se sabe que las personas son tan diferentes en
sus aspectos físicos y emocionales, como desiguales son sus destinos;
después las dudas que se originan en el dominio de tantos medios tecnológicos
y conductas recomendadas, algunas veces hasta en conflicto entre sí, que
a veces parece existir no apenas una medicina, sino muchas. Y, por fin, la
propia postura del médico basada en sus convicciones, experiencias,
cultura y hasta mismo en sus habilidades personales[2]. Además de esto, es evidente que una buena práctica médica siempre será
el resultado de la experiencia, de la responsabilidad, de la competencia y
del respeto a la dignidad del asistido. O sea, aquélla en la cual se es
capaz de tratar a las personas con respeto, sentimientos y eficiencia. Por lo visto, al defenderse la libertad y la experiencia personal del médico
no se están defendiendo las prácticas no-convencionales, los
procedimientos desnecesarios ni mucho menos, aceptando todas las terapéuticas
como efectivas y eficaces. La facilidad de analizar y utilizar la clínica con prioridad en evidencias
no está aún en la disponibilidad y en el dominio de todos los que
ejercen la medicina. Y estas publicaciones, con raras excepciones, son de
utilidad discutible en la práctica clínica del día-a-día. Se pierde
mucho tiempo con consultas y el resultado en nivel de solución es, hasta
cierto punto, despreciable. Por su vez, la barrera idiomática para el acceso a algunas informaciones es
un hecho indiscutible y las limitaciones de medios y recursos en ciertas
áreas torna la medicina basada en evidencias una utopía nunca alcanzada.
Las experiencias intercambiadas entre clínicos de la misma área de
concentración y que actúan en una misma realidad se han mostrado más
provechosas. Lo que se ha visto en estos últimos años fue un verdadero torrente de
publicaciones médicas, algunas en notoria contradicción, lo que torna más
complicada, aún, la decisión de los médicos, principalmente de los que
están al final del sistema. Esto, sin dudas, se refleja de forma negativa
sobre las acciones de salud, no apenas por los gastos desnecesarios y por
el tiempo perdido, sino por los perjuicios que pueden traer a los
pacientes. Se publican, en el mundo, una media de 30 mil revistas biomédicas
por año y si alguien quisiese estar más
o menos en día con determinados temas más
específicos deberá leer cerca de 300 artículos y 100 editoriales
por mes en las revistas de mayor destaque[3]. 2.
Los riesgos En el momento en que la medicina basada en evidencias busca “hacer clichés”
de la atención basada únicamente en datos estadísticos, alejándose de
la evaluación de la experiencia personal y de la capacidad de conducta
del médico frente a cada caso, ella quiebra el concepto de que “no
existen enfermedades y sí, enfermos”. ¿De dónde proviene el conocimiento médico que se aplica diariamente en la
práctica profesional? ¿Será de lo que existe en la literatura más
sofisticada de las revistas del mundo avanzado? ¡Ciertamente que no! Es
de la experiencia personal del día-a-día, aunque esto no quiera decir
que su cultura también deje de ser de la experiencia de tantos otros que
publican o exhiben sus conocimientos. Es un hecho innegable que el
conocimiento está enraizado en la experiencia personal de acuerdo con lo
que se repite en la práctica diaria del médico, sin que esto se
constituya en una propiedad intelectual o que le dé siempre el sello de
la autoridad. Y ni siempre las decisiones más acertadas son las de los
que poseen más experiencia. El riesgo de la “sacralización” de este nuevo paradigma asistencial y
pedagógico de alcanzar la verdad absoluta es de que el modelo de
“paradigmas” establece qué especie de problemas sea estudiado, qué
criterios deben ser usados para evaluar una solución y que procedimientos
experimentales pueden ser juzgados como aceptables[4]. En este contexto, lo que se verifica, la mayoría de las veces, es el
cambio de un paradigma por otro siempre que haya dudas en este o en aquel
concepto (crisis). Entre otros, puede verificarse un cambio desde que se
verifique una elevación de costos asistenciales. Se sabe que muchas de las prácticas terapéuticas no evaluadas o no
recomendadas por la investigación científica de alta evidencia tienen,
en ciertos casos un efecto positivo y el paciente la solicita. ¿Es ético
recusar una práctica terapéutica por el hecho de no estar basada en una
evidencia científica, como en el caso de las opciones de la llamada medicina alternativa? ¿Qué hacer? La práctica médica siempre estará basada en un proyecto que une el arte
clínico y el cálculo de las probabilidades. Por eso, ya se dijo que la
medicina clínica, por más avanzada que esté, será siempre la ciencia
de la probabilidad y el arte de la incertidumbre. Mismo que una u otra
evidencia sea expresivamente denunciadora, por más aparente que sea, no
debe ser concluida como “hecho”. Entretanto,
hasta podemos concordar con las evidencias si estas fuesen dirigidas en el
sentido de limitar determinadas conductas en sus aspectos éticos o
deontológicos caracterizadas por la mala praxis.
Es necesario que se entienda que por el hecho de determinado procedimiento
ser técnicamente correcto sea él, de forma absoluta, éticamente cierto.
Así, el acto médico criterioso puede ser visto por dos aspectos: el del
procedimiento correcto y el de la rectitud moral[5]. Se exige, por lo tanto, un análisis cuidadoso de cada caso para que las
cosas queden en su debido lugar: en el expreso cumplimiento de la lex
artis y en el respeto a la
dignidad de cada persona. Por
otro lado, si hiciésemos una lectura más atenta de lo que se viene
publicando en revistas de alto nivel y de gran circulación, como el New England Journal of Medicine, el JAMA y el British Medical
Journal, entre otras, observaremos
que en los trabajos publicados no existe ningún criterio para fundamentar
“evidencia”. Es
también necesario tener tiempo para consultar la Internet
y disponer de un volumen regular de revistas especializadas. Además del
dominio de idiomas extranjeros. Esta es una tarea difícil y trabajosa. La
medicina no tiene los rigores de la exactitud matemática ni se propone
ofrecer propuestas exactas y uniformes.
Es ella la más circunstancial de las ciencias y el acto médico el
más circunstancial de los actos humanos. Por eso, el conocimiento médico
nunca puede ser cierto, sino apenas probable. En medicina - principalmente
en la clínica, porque es meramente arte -, lo probable nunca es una
abstracción, pero aquello que está entre lo posible y lo real. Esta es
la llamada “probabilidad objetiva”.
El arte clínico es mucho más una organización del pensar, de lo
que del ser. Esto no hace del
acto médico basado en la intención menos importante que aquel otro
basado en la evidencia. Toda ciencia experimental es un saber deductivo y no
inductivo. Hay una deducción empírica, nunca es completa y sus
conclusiones son siempre probables. El principio aristotélico de que las
verdades científicas son siempre ciertas y verdaderas tiende a modificar
cuando el asunto en discusión es una ciencia inductiva y experimental. La
verdad es que mismo existiendo dos opiniones opuestas (equiprobabilismo),
defendidas por personas prudentes y calificadas, puede cualquier una de
ellas ser adoptada y ser igualmente aceita como cierta. O, aún, existir
una opinión defendida por apenas un autor competente y experimentado y
esta conducta ser seguida prudentemente (laxismo)[6].
Sin embargo, en la lógica de la “medicina de resultados” evidencias
incompletas y conflictantes además de aumentar la duda, pueden crear más
dudas aún. En la urgencia y en la emergencia esto se verifica con más
razón y con resultados más graves. Uno
de los óbices a la incorporación de la medicina basada en evidencias es
la falta de las condiciones de acceso a las publicaciones que se
multiplican en el mundo entero y de análisis crítica a los artículos y
materias de periódicos cuando el profesional no estaría en condiciones
de elaborar sus propias conclusiones, quedando siempre preso a los autores
de los textos, sólo por el hecho de estar publicado en revista de calidad
y de concepto garantido. Paralelamente a esto, un galopante y progresiva
torrente de publicaciones de calidad dudosa, verdadera chatarra científica,
donde se imponen criterios en conceptos y conductas de importancia
relativa[7]. Júntese a esto, la resistencia a los cambios de hábitos cuando se está
seguro con lo que se hace, más aún cuando se vienen obteniendo
resultados tenidos como satisfactorios. No es lo mismo que mostrarse
obstinado a los nuevos medios y conductas que puedan reducir los malos
resultados y los gastos desnecesarios. El riesgo de esta nueva orden es hacer creer que existen más evidencias de
aquellas que la medicina realmente puede tener y presentar. Y más: puede
hasta en determinadas situaciones retardar el adelanto de la medicina y
promover una falsa opción a los más mozos[8]. Ciertos conceptos pueden estar transformando la medicina en una “bolsa
de trucos y mágicas”[9]. Otro riesgo está en el hecho de que profesionales jóvenes acepten alguna
idea nueva, no con la convicción de su valor científico, sino tan sólo
por la publicación estar en lengua extranjera o ser originaria de centros
alegadamente avanzados. O que se desdeñe a relación médico-paciente,
como un acto mágico que no cabe más en este programa de exactitud
metodológica[10]. Ningún “experto” puede presumirse como autoridad incapaz de error,
mismo no intencional, porque no existe verdad soberana. Por eso es siempre
aconsejable no se procurar certeza absoluta cuando todo esto se muestra
imposible ante decisiones inestables, pues los caminos de la medicina clínica
son contingentes y falibles y no hay verdades últimas. Siempre que sea posible, debe evaluarse una proposición con base en los
hechos y en la lógica que la sustentan y no en las cualidades personales
o en el status de sus defensores[11]. Los métodos científicos no son muy diferentes de las cosas racionales
del día-a-día. Lo que la ciencia hace a más, es utilizar testes y
controlar estadísticas insistiendo en repetición ordenada de
experiencias. Esto, todavía, no es lo mismo que decir que la ciencia es
menos valiosa que la observación de los hechos cotidianos. Mas, en el
fondo, ella sólo sirve para explicar la coherencia de nuestras
experiencias. Mismo
los defensores más exaltados de esta nueva ideología médica no esconden
algunas desventajas de este método: consume mucho tiempo de pesquisa,
constituye un trabajo intelectual complejo, no consigue mejorar
directamente la cualidad de los estudios, es prácticamente imprevisible
hacer una revisión sistemática sólo, faltan subsidios disponibles para
resolver la mayoría de las cuestiones clínicas, existencia de estudios
no consensuales, estudios casi siempre proyectados en un contexto
diferente de donde se encuentra el paciente-problema; pocos relatos en la
literatura médica sobre determinados males. En
algunas oportunidades lo que se verifica mismo es una política de
compensación que se firma en la reducción de gastos con hostelería, con
la disminución del tiempo de internación, con la restricción de pedidos
de exámenes subsidiarios y con la depreciación de los salarios
profesionales. Todo esto dictado por un sistema empresarial que promueve
la colonización médica. Es
bueno recordar que algunas objeciones hechas a la denominada medicina
basada en evidencias no quieren decir intolerancia a las innovaciones
resultantes de la tecnología moderna, ni mucho menos a lo que se
incorpora de medios y recursos en beneficio dos pacientes. La
propia expresión “evidencia” que viene sendo colocada aquí, ya se
muestra inconsistente, pues se dice que algo es evidente cuando prescinde
de prueba, o cuando dispensa una justificación. Evidente es lo que se
muestra notorio. La evidencia es enemiga de la prueba. Ella es la
consagración de la verdad. Así, lo importante es saber lo que se puede
considerar como “evidencia” y quien la determina como “hecho
concreto”. Por
otro lado, decir que evidencia en medicina “son datos e informaciones
que comprueban hallazgos y suportan opiniones”, esto no ofrece la
seguridad que se espera. ¿Cómo calificar una medicina que se dice
evidente, racional y científica, cuándo ella depende tan solamente de
porcentuales construidos sobre datos estadísticos?
¿Y qué hacer, por ejemplo, cuando se sabe que hay tópicos de la
medicina práctica para los cuales no se cuenta con ninguna evidencia
convincente? Hasta
podemos entender que muchas de las decisiones tomadas en epidemiología clásica
sean basadas en datos estadísticos, aún así se crean nuevas
“evidencias” para la práctica de las acciones de medicina preventiva.
Mas de ahí a decir que tal lógica debe conducir y definir las cuestiones
de la naturaleza clínica parece una exageración. Primero, la clínica
trata de las consecuencias y la epidemiología de las causas; después, en
la clínica el centro de interés está en el pronóstico mediante la
prevención secundaria y terciaria y en la epidemiología en los factores
de riesgo, en la prevención primaria; y por fin, la clínica se basa en
un razonamiento deductivo (de la enfermedad, para el caso concreto) y la
epidemiología en un raciocinio inductivo (de los casos, para la
enfermedad). Cada
vez que crece la intervención tecnológica con sus medios invasivos, más
surgen los resultados atípicos e indeseables, donde los límites éticos
de la relación costo-beneficio se tornan cada vez más discutibles. El
peligro es crear una medicina influenciada por la globalización y por los
intereses de mercado, y que no hace otra cosa sino alejarse
progresivamente de la ética. O
una medicina prisionera de las empresas de salud. La importancia de la
industria farmacéutica en la edición de las revistas y en la promoción
de los congresos médicos ya es un hecho indiscutible. Hay,
en el ámbito de las fuentes de las evidencias muchos intereses
financieros y profesionales en conflicto entre los que controlan el poder
de información, donde no falta el patrocinio de las empresas fabricantes
de remedios y de equipos o instrumentos médicos. La obsesión por la cuantificación desprecia las habilidades personales y
puede transformar los datos objetivos de la anamnesia y del examen semiológico
en datos contaminados por valores estadísticos. Todo conocimiento
cuantificado es ideológico y no científico[12]. El riesgo de las
ideologías en el
campo de la
salud está
en su
carácter reaccionario
y centralizador por no admitir
el pensar o el actuar individual. Su inclinación es por las ideas
abstractas. Y lo más
desanimador en medicina basada en evidencias es que cuanto más complejo
es el cuadro clínico, de menos evidencias científicas ella dispone para
una convincente tomada de decisión. Otro riesgo es la tendencia de las conclusiones de las
revisiones continuadas ser mantenida por la aceptación de trabajos que sólo
se reportan a las conclusiones que se ajustan a las esperadas y no a
aquellas que revelan resultados adversos o que no se encuadran en una
determinada línea de criterios establecida en la selección de los artículos
de revisión, dejándolos de fuera, por razones ni siempre justificadas[13].
3.
Las
conclusiones Ante lo expuesto, queda bien evidente que nadie en su sano
juicio podría insurgirse contra, o por lo menos quedar indiferente, a
todo este repositorio cultural y a toda contribución tecnológica que se
viene injertando en las ciencias médicas en estos últimos tiempos. Ni
tampoco lo que todo esto representa de contribución en lucha cada vez más
eficaz contra las enfermedades y en favor de los mejores niveles de vida y
de salud de la población. Sin embargo, no se puede dejar de admitir que la medicina obra
mano de la intuición, de las teorías fisiopatológicas consagradas y de
la experiencia clínica personal, pues no existe ninguna análisis metodológico,
ni ninguna prueba científica mejorada que no tenga como punto de partida
la vivencia y la observación individual en la práctica profesional y que
la medicina basada en evidencias no tiene una receta pronta para todos los
procedimientos. El ideal será siempre la asociación de la investigación clínica-científica,
de la enseñanza médica o, de las teorías fisiopatológicas consagradas
y de la contribución de cada experiencia personal.
El análisis y la aplicación racional de la información científica
y la experiencia clínica de cuidar de pacientes, todo eso dirigido para
lo individual o para lo colectivo dentro do humanismo que siempre colocó
esta profesión en un lugar de destaque.
NOTAS: *
Conferencia
en el I Congreso Internacional y Segunda Jornada de Gestión de
Riesgos en atención de salud, Santiago
de Chile, 11 y 12 de abril de 2003. [1]
Rosenberg, WMC – Evidence
based medicine: An approach to clinical problem solving, 1995,
310:1122-1126. [2]
Dantas, F – Normatizando e normalizando práticas não-convencionais:
Ética e pesquisa num contexto de incerteza, Méd on line, vol. 2,
nº5, ano II, jan/mar, 1999. [3]
Silva, JJS – Medicina
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Clinico Universidad de Chile, 1999, 2:142-144. [4]
Kuhn, T – A estrutura
das revoluções científicas,
3ª edição, São Paulo: Editora Perspectiva, 1995. [5]
Gracia, D - Medicina
Baseada em Evidências, Bioética, 2000; 8: 74-84. [6]
Gracia, D, id, ibídem. [7]
Stross, JH y Harlan WR – The
dissemination of new medical information, JAMA, 241:2622-4, 1979. [8]
Sackett, DL – The sins of expertness and la proposal for redemption, BJM, 2000,
320:1283. [9]
Bauman, Z – Modernidade
e ambivalência, Rio de Janeiro: Jorge Zahaar, 1995. [10]
Duclos, J – Medicina
basada en evidencias: una estratégia que acerca ou aleja de la
medicina interna?, Revista Chile, 1999, 127:1398-1402. [11]
Sokal la y Bricmont, J – Imposturas
intelectuais - O abuso da
ciência pelos filósofos pós-modernos, Rio de Janeiro: Record,
1999, pág. 207. [12]
Barata, RB – Epidemiologia
clínica: uma ideologia médica?, Cadernos de Saúde Pública,
1996, 12:555-560. [13]
Lamperts, la – Methodological
studies of systematic review: is there Publication Bias?, Arch
Intern Med 1997; 157:357.
(**) Médico, Profesor, conferencista internacional en Derecho Médico, Titular de Medicina Legal Universidad Federal da Paraíba - Brasil; Profesor Titular de Medicina Legal Escuela Superior de la Magistratura, Paraíba - Brasil; Vice-Presidente de la Sociedad Brasilera de Medicina Legal; Socio Fundador y Miembro de la Junta Directiva de la Sociedad Iberoamericana de Derecho Médico. Profesor Visitante Universidad Estadual de Montes Claros - Minas Gerais - Brasil. Autor de diversos libros y publicaciones en materia de Derecho Médico. Presidente Honorario de la Sociedad Brasilera de Derecho Médico(SODIME) Dirección del autor: Calle Santos Coelho Neto, 200 – Apt. 1102 58038-450 – João Pessoa – Paraíba E-mail: gvfranca@openline.com.br http://www.direitomedico.com.br/genival http://www.openline.com.br/~gvfranca
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