Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Relatos del más allá

Ronny Núñez Becerra (*)

 


   

Sólo recuerdo que estaba en el camino que llevaba desde el Infiernillo hasta donde era mi casa. Digo mi casa por que ya no es más. Desde aquella noche en que me sacaron a rastras del camino no puedo volver a ella. Mi madre estará esperándome y mi padre y mis hermanos me estarán buscando.

            Disculpen, no me he presentado. Soy, ... ¿Quién Soy?, no lo sé,  ahora soy sólo la sombra de lo que fui un día allá, en mi pueblo, en Andamarca. He querido presentarme así, no con el interés de que se me conozca, sino con la única razón de que sea escuchado, así calmaré el dolor y la ansiedad de saberme... ¡No, no, no quiero decirlo!, ¡Es mucho el dolor!...

- ¡Debes decirlo aunque te duela, por que sólo así sabrán de tu verdad y sabrán que viviste algún día, y sabrán de nosotros, de todos...

Está bien, no puedo pero debo, por ustedes hermanitos, para que se sepa que algún día hemos existido; la verdad es que soy..., soy u..., soy..., esteee...

- ¡Vamos, no seas cobarde, total ahora eso eres, eso somos, todos,... dilo, dilo hermanito!

¡Bueno, la verdad es que soy un DESAPARECIDO!, desdeeeee ..., no recuerdo. He estado buscando cada uno de mis partes por largo tiempo, pero nada... ¿Qué?, ¿que quieran que diga cómo fue que desaparecí?, no eso no. Si decir que soy un desaparecido me ha costado, remover todo, desde el principio, va a ser un dolor mucho más profundo, ¡recordar...!, mis hermanitos, mi papá, mi mamacha, mi perrito ,mi casita,...¡No, eso si que no!, se remueven mis pelos solitos (ya que eso es lo único que me ha quedado, mis pelitos).

            Ahora ando por los cerros, de noche en noche, solo, o a veces con otros como yo...

- ¿qué, acaso ahora no somos tus amigos?, ¿por qué dices otros como yo?, ¿acaso no nos han botado juntos del camión de los del ejército y juntos también nos han cubierto con la tierra que sacaron de la fosa en la que nos metieron?, ¿acaso no hemos salido de ese sitio tu sin tus piernas y sin un brazo, y yo, y muchos, sin siquiera nuestro dedo meñique?, por ,lo menos a ti te pusieron más abajo que nosotros, y por ello los perros y la noche no te han acabado tanto. ¡Déjate de vainas pues y cuenta. Estaremos tranquilos más todavía. Haznos descansar...!

¿Contar?; escarbar nuestra soledad, nuestro dolor se hace más profundo cuando mi familia (¡Nuestras familias... no te olvides de nosotros!) , Bueno Nuestras familias no saben ni siquiera qué fue de nosotros. Desde aquella noche; esa noche no sé por que pero estaba más negra de lo que acostumbraba...  

            Pero, antes de eso no te olvides que yo no salí con mi huashaloma y mi cabeza y mi brazo, sólo salí con mis pelitos estos que están aquí conmigo, y se han resistido a dejarme... pero, si quieren saber de cómo me... esteee... de-sa-pa-re-cie-ron, se los contaré, creo!.

            ... estaba regresando del Infiernillo, como les dije al principio, fui allí por la sola curiosidad. Nos avisaron que los del ejército habían traído unos cuerpos y que los estaban botando. En ese lugar, aunque sea de día nos da un mieeeeedo tremendo. Se encuentra entre dos cerros y en el fondo se encuentra un pequeño brote de agua. Para llegar ahí uno tiene que ser bastante valiente. Las paredes son muy altas y escarpadas, si uno se cae de segurito que se muere, y bien muerto...

- ¡aja ja ja ja ja ja jayyyy!, mira quien habla de estar bien muertos!, mierda no te has dado cuenta todavía, ¡los frios somos nosotros!, ¡ajajay!...

A pesar de ese miedo fui más o menos media hora después que los “verdes” habían dejado su carga. Desde arriba no veía nada. El Infiernillo. La curiosidad hizo que bajara por esas paredes cubiertas de inmensas rocas que terminaban en punta, que con el menor movimiento se venían abajo y podían causar una desgracia ,digamos, natural (esto de natural me causa una gracia tremenda...), no había nada en qué sostenerme, pero igual bajé...

- y..., ¿qué viste cuando bajabas?, dilo. No te olvides lo que viste. Eso servirá para que luego vayas relacionando lo que te pasó. En todo caso si lo dejas suelto, jamás podrás lograr que descansemos... ¡Ah!, que bonito suena esa palabra..., que bonito estar tranquilos..., descansando... ¡Ah!..., pero bueno prosigue, disculpa no te interrumpo más..., tranquilidad...¡Ahhhh!

            A medida que iba deslizándome por entre las afiladas rocas vi algo que me pareció, por la distancia, un crío de vicuña. El color era parecido, canela como el poncho de mi papá, canela como la vicuña. Me acercaba a él, pero no era lo que me pareció. Una sensación insoportable se apoderó de mi. ¡QUERÍA GRITAR FUERTE LLORAR!, mis manos temblaban, mi pecho se inflaba con cada soplido del viento que me helaba la sangre, y helaba en mi mente aquella imagen que aún me agobia, que aún me duele. Era un...

- ¿qué era?, no te calles...

...Todavía tenía el calor palpitante de su corazoncito. No podía creer lo que estaba viendo..., me acerqué más a él y entre sus manos tenía un pedazo de pan, una migaja..., pobrecito, no tenía la culpa. No conocía aún de la vida y ésta ya le había enseñado el dolor de la muerte... era un niñito... año y medio habrá tenido..., pensé que si le ayudaba podía vivir, pero era tarde, si bien su cuerpo estaba calientito su alma ya se había ido. ¡Tarde fue muy tarde...! Creo que murió por el golpe de la caída. Lo habían soltado desde lo alto, sin piedad,..., con crueldad. Mierda. Odié a todos.

Lo dejé allí. ¿Qué más podía yo hacer...?; seguí bajando. La oscuridad empezaba a tomar cuerpo. Quería salir pero la curiosidad me empujó más abajo. No sé cómo llegué. Era el panorama espantoso. Como siete personas estaban desparramados a lo largo de la quebrada, como unos quince metros. Corrí a ver por si acaso alguien todavía vivía. Pero nada. Todos tenían algo en común... Estaban muertos, bien muertos(como nosotros). Dos no tenían un ojo. A dos mujeres les habían arrancado su ropa y de sus partes salía bastante sangre..., tenían cortados sus pechos. Una de ellas tenía sangre en sus dedos y en sus uñas (Cualquiera pudo haber sido la madre del niño que encontré más arriba...); la otra ni manos tenía. ¡No sé como recuerdo esto todavía!.

- ¿de verdad que no tenían ojos ni manos?; cómo habrán salido. Sin un ojo la vista es mucho mas difícil. Y sin una mano...; peor habrá sido no tener piernas...

            ¡No te burles!, nosotros no hemos tenido nada y mírate, estamos vagando por largo tiempo, por cerros, por valles, por quebradas, con miedo de que nos vean... Pero no pude quedarme más tiempo. El terror poco a poco me entraba y quería rápido salir. No logré distinguir a los otros tres, pero estoy más que seguro que igual habían muerto. ¡Queríaaaaaaaaaaaa saliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiir!; , busqué por donde sería fácil, pero no había nada en dónde o en qué sostenerme y por fin salir. ¿Para qué carajo vine?, ¿Por qué diantre no me quedé en mi casa?, me preguntaba. Creo que fue desesperación que me sacó de allí. Subía y la noche me jalaba, el recuerdo de lo que había visto me jalaba. Dolía estar colgado, tanteando una piedra que no se mueva y luego estirarme hacia arriba. Aún me duele el corte que me hice por alcanzar una roca que parecía fija, pero que me arrastró sobre piedras más filudas, ¡Ayayayayuuuuuu! Grité. Después de quince minutos de eso salí.

- y saliste. Pienso que debiste correr donde tu casa. Por ahí era peligroso. Los terrucos o los republicanos te podían haber agarrado.  Creo que no lo hiciste, por eso estás aquí con nosotros, bien muerto. ¡Ahora somos almitas!; ¡Quién iba a pensar tal cosa!, ¿No?...

... no los había escuchado cuando llegaron. Estaba yo por el camino que lleva a mi casa, pero la verdad es que no los vi. Yo temblaba por lo que había visto, y no me di cuenta de que estaban cerca, muy cerca. Creo que eran una patrulla que habían subido de Huanta. Y yo temblaba: ¡Alto¡, ¿Qué haces por aquí? Me decía. Y yo no los escuché, te juro que no los escuché...: ¡Terruco concha tu madre!, me gritaron, y luego escuché un disparo muy fuerte delante de mi. Me habían disparado. No sentí nada ese momento. Se acercaron como veinte y cada uno me insultaba y se alegraban de haberle dado a un terruco... ¡Yo no soy terruco!,  les grité. Para qué grité...

- Cómo que para qué grité?; ¿acaso no te habías muerto ya?.

_ No, no me había muerto. YO QUERÍA LLEGAR A MI CASA. Mi papá y mi mamá  y mis hermanitos me estarían esperando. Por el disparo que me habían dado mi pierna derecha me dolía mucho: ¡Papay ayúdame, yo no soy terruco¡; ¡Sólo quiero llegar a mi casa¡ se han equivocado. ¡Yo no soy, yo no soy...! les decía, pero nada. Creo que no me escuchaban porque hablaban todos bien fuerte, creo que decían algo así como ¡Este perro, no lo has matado!..., ahora me lo matas o sino yo te mato a ti!... No lo maten, no me maten decía; pero no me escuchaban. Alguien dijo: cuélgalo al maricón, míren está llorando el hijo e puta, ...!, no escuché nada más...

            Al otro (u otros) día estaba dentro de una casa bien grande, pero era oscura. Habían bastante gente, algunos lloraban y rogaban que les dejen salir. El frío se había aliado con los verdes y filudo entraba por nuestras piernas y nos enfriaba bien feo. Lo peor era que yo tenía una pierna herida, y por el tiempo, que no recuerdo bien, se había hinchado y me picaba, bastante me picaba, y también me dolía. En ese lugar yo recordaba a mi familia, pobrecitos...me estarán buscando, ya vendrán a sacarme, me decía, pero al cabo de unas horas se escucharon los motores de varios carros afuera y...

- y no te diste cuenta de dónde estabas?; y quienes eran esas gentes que también estaban en esa casa?, cómo los habían traído?; ¿Cómo te habían traído?...

No se. Luego de eso abrieron la puerta y nos dijeron: ¡Salgan so perros, terrucos de mierda, salgan!, yo no podía pararme me dolía demasiado la pierna. Empezaron sacando a las mujeres. No respetaban. Les pegaban con armas en la cara, espalda, piernas. A una de ellas dieron un puntapié en sus partes. Ella gritó de dolor bien fuerte...; Una por una subían al camión del ejército: ¿A dónde nos llevas?, ¿Con quién se quedarán hijos..?, Con quién se quedarán padre, madre...?, el llanto se mezclaba con el rugir del camión. Se fueron. Se las llevaron. No se a dónde...

-         y a ti qué hicieron? También te subieron al camión?, Cómo hiciste si no podías caminar?...

...luego nos dijeron que subamos. Me dolía mucho la pierna. ¡Jefe yo no, yo no puedo, duele mucho!. Así le decía, pero... creo que ni siquiera me escuchó. Nos metieron como cualquier cosa al camión, peor que sacos nos botaban. Pateaban duro.  A mi golpeaban pierna herida. ¡No jefe no!, ¡por diosito que no hagas eso!, ¡Ayayayayayauuuuuuuuuuu!. Gritaba con todo el dolor de mi cuerpo. El jefe se reía y me decía que pronto me dejaría de doler. Pensaba que llevarían al hospital..., como sacos estábamos, salimos en la mañana. Estaba adentro. No sabía ni veía a donde nos llevaban. Ingenuamente pensé que me llevaban a donde el doctorcito para que me curaran, pero a medida que se hacía ya tarde me di cuenta que no nos llevaban a ninguna clase de hospital, nos llevaban en nuestro último viaje, al último lugar en donde nos dejarían.

 

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            - Cuando nos conocimos, era tarde. El cielo ya había empezado a cerrarse y daba paso al lúgubre color de la noche. Era lúgubre, demasiado negro. Demasiado dolor. El se quejaba del dolor que le producía una herida de bala que le habían producido los “verdes”, estábamos muy arrimados. Creo que habían por lo menos unas treinta y cinco personas dentro del camión del ejército. No conocía a muchas de ellas, de nuestra comunidad sólo estábamos el “Jihuas” y  yo. Pero de todos nosotros, sólo se escuchaban lamentos. Unos pedían a gritos que les dejaran bajar, preguntaban a dónde nos llevaban, preguntaban por qué nos hacían esto. El rugir del motor tapaba toda clase de respuesta. Es más, creo que ni nos respondían. Como cinco soldados estaban cuidándonos. No lo podía creer: ¡Silbaban una canción bastante conocida por todos!, no se daban cuenta o no querían hacerlo, de todo el sufrimiento que estaban causando... “Papay, déjame bajar. Mamacha estará llorando. Hermanitos, hijitos también. No seas malito. No soy terruco, te equivocas, no soy terruco...!, esa era la forma en que les decíamos. Pero seguían silbando. Eran indios como todos nosotros. Eran cholos: ¿Por qué le haces esto a tus hermanitos?, alguien les preguntó..., iban a contestar, si. Pero de repente se detuvo el carro.

 

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Se escuchaba poco. No se entendía lo que decían los jefes. Abrieron la puerta trasera del camión y de la misma manera en que nos subieron, con los mismos maltratos nos bajaron: “¡Salgan cholos de mierda, hijos de la puta perra...!, ya llegamos. A ver quien se estaba quejando?. Se referían a mi. Les contesté que ya no me dolía mucho. El frío y los nervios hicieron que olvide el dolor. Les juro que creí que me iban a curar: “¿me vas curar?, ¡gracias papito!...le decía y una especie de tranquilidad me rodeo. Sólo fue por un momento.

- ¿No te acordabas que tu papá te decía que una vez que los verdes te agarraban, era muy difícil que te suelten?...

El lugar se parecía a uno que visité antes. Tenía un montón de abismos, y era bastante desolado. No se veía a nadie. Los cerros eran lo único visible. El viento era lo único que se escuchaba, a parte de nuestras propias voces, que apenas también se escuchaban..., al estar allí recordé lo que había visto en el Infiernillo. Esto hizo que empezara a temblar, sabía lo que se proponían hacer con nosotros, pero me negaba a creer. El viento de la puna silbaba, pero el sonido que producía llevaba cada una de mis esperanzas. Su sonido era triste. Su sonido inquietaba mis pensamientos; parecía que cada silbido traía una inmensidad de alaridos de ocultos hombres sedientos de sangre...

            Aquí no. Es demasiado cercano al pueblo. Se van a dar cuenta rápido. No, aquí no!, es mejor que subamos un poco más, y los hacemos todavía caminar..., sí, más arriba.

Luego de que nos llevaron a un sitio más alejado de la población, nos hicieron bajar y caminar una hora más o  menos. Ese sitio, ese sitio... Parecía que ni siquiera el diablo se aparecía por ahí. El ichu y el viento, y nosotros, era lo único que había. Nada, no había nada más.

            El cielo era cada vez mas triste y gris, oscurecía tan rápido de la misma forma en que mis pensamientos volaban hacia mi casita, mi mamita, mi taita... en este momento me estarán buscando, estarán andando por los cerros buscándome. Qué pena, qué pena y qué rabia...; pensaba bastante. Tales pensamientos se confundían con el color pálido de aquel lugar y con las esperanzas que se cocinaban en forma de nervios dentro de mi estómago. No podía contener el miedo, parecía que todo cuanto estaba a mi alcance se alzaban en mi contra y me impedían huir...

            HUIR, HUIR, HUIR, HUIR, HUIR,..., HUIR.  Esta palabra enternecía mi boca y la volvía dulce, más que la coca cuando envuelve tu vida en un momento de acercamiento a ella. Claro que pensaba en huir, pero en un lugar demasiado llano, y con la pierna carcomida por los gusanos, el cansancio y el maldito miedo, me lo negaban cruelmente. La vida pendía sólo de un débil hilo y con la mirada entorpecida por el miedo y las ansias truncas de escapar. El soplo  del viento al son del vaivén del pajonal helado predecían algo, y no era bueno.

 

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            ¡Manueeeeeeeeeeeeeel!,..., ¡Manueeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeel!, ..., Manueeelchaaaaaaaaaaa!, ¿Dónde te metiste pue hijito?. ¿A dónde te llevaron papacito?, ¿Hay Diosito, qué pue te hicieron?, buuuuuuuu, buuuuuuuuu, buuuuuu. ¡No pue le hagas sufrir a tus taitas!. ¡Tu hermanito llora mucho por ti, no quiere comer!. ¡Quiere verte papito!. ¡No pue hijito le hagas sufrir a tus taitas y ven pronto!. ¡El dolor abre el corazón de tu taita hijo, por que te fuiste?!. Buuuuuuuuuuuuuuuubuuuubuuubuuuuuuuuuuuuuuu. Ayayay pue!. Apu taitita por què pue te lo llevaste?!. Buuu, Buuuuuuuu, Buuuuuuuuu.

 

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            Era bien de noche, parecía que las estrellas y la luna nos negaban su luz para no ver lo que sucedía a nuestro alrededor. Cada golpe de algo delante de nosotros nos delataba que herían la tierra y... ¡Ya está jefe!  se escuchó. Me pregunté, ¿ya está qué?. Los soldados se acercaron más y los que nos cuidaban se acercaron a ellos.

- ¿nos dejarán irnos ya?,

- ¿Y ahora qué será de nosotros?,

- ¿Qué harán de nosotros?.

            Un fuerte ruido salió de sus fusiles y..., nada. El silencio reino y reinará en este sitio. A cada uno de los cuerpos los apilaron en el fondo de un pozo. Quemaron las manos de muchos y de otros el cuchillo hizo mella en ellos. El silencio de la noche fue cómplice. Murieron más de treinta y ahora su alma vaga en la penumbra del pensamiento de aquellos que aún los recuerdan. Viven en el viento que recogió sus miedos y sus esperanzas. Viven en la palabra de este triste narrador que estuvo con ellos y que fue testigo presencial de sus temores y agonías; y que ahora está..., esteee,  muerto y vagando.

                                                                    Cajamarca 24 de abril del 2003.

 


 

NOTAS:

Fe de escritor:

Este es un relato que nació  de lo más profundo de mi imaginación. La experiencia vivida por mis hermanos de la parte centro y sur del Perú en la época de mayor violencia política y terrorista y algunos relatos que leí en una publicación de la Defensoría del pueblo, hicieron que imagine y escriba algún pasaje de la vida de muchas personas que fueron OBJETO de los tratos inhumanos que, indistintamente ejército y terroristas, causaban.

Es la primera vez que escribo un relato y espero que refleje en algo el dolor que aún se mantiene en muchas familias que perdieron a sus seres queridos y que abra un camino de esperanza para que lo sucedido no se repita y, en todo caso, no lo permitamos. Espero también no haberle robado la idea a alguien que, con mejor derecho y más autoridad, ha conocido más directamente el sufrimiento de muchos peruanos y peruanas. En todo caso estoy llano a rectificarme y le pido disculpas por los errores que haya cometido.

 


 

(*) Alumno de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Cajamarca.

E-mail: ronnysp@hotmail.com

 


 

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