Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

El nuevo rol del Abogado

Ivy Rosa Nué Sessarego (*)


 

Si bien es halagador para quien ejerce la noble y comprometida carrera de la abogacía, que cada día que pasa sean más los jóvenes que se inclinen por ella, al momento de conducir su destino, por otro lado, son, me atrevería a decir, motivaciones eminentemente prosaicas y materialistas las que los llevan a escogerla, pese a tener conocimiento que anualmente son cientas las personas que egresan de las aulas de las distintas universidades del país, que ofrecen al derecho como la profesión ideal y por ende, son cada vez menores las posibilidades de obtener, ejerciéndola, el nivel de vida que la constitución política del estado peruano, otorga como derecho de todos y cada uno de los ciudadanos de nuestro país.

Es lamentable sin embargo, encontrar a través de los años, al abogado, en una mera labor de conductor de la problemática humana hacia una unívoca y  seudo paradisíaca solución de sus conflictos, que sería recurrir al poder judicial.

 Craso error, futuros abogados, diría yo, que pese al tiempo transcurrido desde la institucionalización de una de las carreras más señeras e inherentes al género humano,  no hemos sino asumido un rol agresivo, confrontador, intolerante, propiciador del pleito, que desdice de nosotros mismos, cuando dada nuestra preparación como profesionales, estamos aptos precisamente para evitarlos, orientando a nuestra clientela a buscar soluciones prestas, económicas, provechosas, a las diferencias que pudiesen surgir entre los hombres y si no las podemos evitar, conducirlos entonces, a una salida más práctica, más beneficiosa para los protagonistas de la litis e incluso para quien aboga por ellos.

 Este es el nuevo rol del abogado, no uno litigante, confrontador, elucubrador de las más agudas suspicacias para sacar la mejor tajada de la torta, conservador, mero aplicador de leyes obsoletas y por tanto, inoperante, sino, un abogado estudioso, dinámico, creativo, informador, conciliador, gestor de conflictos (no porque los propicia, sino por que los gerencia), labor nada fácil, pero apasionante, comprometedora, fructífera y satisfactoria tanto profesional como personalmente, que enriquezca su entorno humano y no merme ni resquebraje las relaciones humanas.

Futuros abogados, asuman el reto y veremos que ampliamente podremos lograr los propósitos de éxito personal, de aporte a la sociedad y por último, de cumplimiento de nuestras metas económicas, propiciando apertura al diálogo, satisfacción de intereses reales y no posiciones absurdas de enorgullecidos vencedores, posiciones estereotipadas que nos quitan y no nos dan, ni permite darnos a los demás, en aquel perenne e incansable camino, por alcanzar la paz social con justicia, a la que todo abogado aspira.



(*) Abogada, egresada de la Pontificia Universidad Católica del Perú - Docente en la Universidad Nacional de Cajamarca.


 

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