Revista Jurídica Cajamarca

 
 

EPISTEMOLOGIA

¿Existe el método científico?

Pedro Donaires Sánchez (*)


Aunque no parezca muy evidente, los abogados también hacemos ciencia; es más, tenemos el deber de hacer investigación científica; pues, las ciencias jurídicas así lo exigen. Por esta razón, en esta oportunidad, plantearemos algunos criterios proporcionados por la epistemología y la filosofía del Derecho, respecto del método científico que, por cierto, también se aplica en la investigación jurídica; pues, una de las características de ese método es su universalidad.

¿Existe el método científico? Esta pregunta equivale a esta otra: ¿existe un procedimiento pre elaborado para hacer ciencia? o, a esta otra: ¿existe una técnica infalible para plantear los problemas científicos, las consiguientes hipótesis y sus procedimientos de verificación? En otras palabras ¿existe un método que nos permita con precisión, elaborar o descubrir verdades científicas (así como una receta de cocina con cuya aplicación rigurosa obtenemos por ejemplo una torta)?

Si la respuesta a estas inquietudes es un sí, como lo han supuesto algunos filósofos (Descartes, Bacón), todo el mundo podría llevar a cabo con éxito investigaciones científicas (porque sólo sería cuestión de aplicar la “receta”); y además, muy bien podríamos introducir la fórmula en una computadora para que ella reemplace al investigador científico y haga investigaciones con éxito. En una situación así, la computadora dejaría de ser un simple instrumento de la investigación para convertirse en el investigador mismo.

Por otro lado, si nuestra respuesta es un no, estamos haciendo eco de aquello que sostienen otras corrientes de pensamiento (Bridgman), en el sentido de que no existe el método científico y que más bien existen una infinidad de métodos científicos correspondientes a la gran cantidad de ciencias y hombres de ciencia existentes. Cada investigador y cada ciencia, tendría su propio procedimiento de investigación.

No existirían caminos o avenidas que sólo hay que descubrirlos para recorrerlos y llegar con éxito a la meta.

¿Por cuál de estas respuestas tenemos que inclinarnos?

Para asumir una posición, tenemos que partir de la idea de que la “ciencia”, a diferencia del “dogma”, es esencialmente falible; es decir, está sujeto a cuestionamiento respecto de su veracidad. Lo que es “verdad” hoy día puede no serlo mañana. Por esta misma razón, las reglas o procedimientos que emplea la ciencia también están muy lejos de ser infalibles y de no necesitar posterior perfeccionamiento. Pero, esta variabilidad del método científico no significa que no exista este método. Existe, pero, no se trata de reglas o patrones rígidos, caracterizados por la perfección.

La investigación científica no puede ser errática, necesariamente tiene que observar unas pautas. Es cierto que muchas de estas pautas hay que descubrirlas a lo largo de la investigación e ir adoptándolas porque se acomodan a nuestros objetivos y a la naturaleza de nuestros problemas; pero, a otras pautas, no hay que descubrirlas (no tenemos que inventar la pólvora), sino hay que extraerlas de la experiencia de otros hombres de ciencia. Con esta advertencia, y ahora colocados en la posición de que sí existe el método científico, vamos a detenernos un poco, a resaltar las características de este método:

Primeramente, tenemos que resaltar nuevamente el hecho de que el método científico no está compuesto por reglas o procedimientos infalibles (salvo los casos especiales que se dan en las ciencias formales como las Matemáticas). No existen reglas de oro que nos garanticen la certidumbre. Sin embargo, existen unas pautas que en la experiencia de otros hombres de ciencia, han sido fructíferas. Sobre la base de estos datos cada investigador debe elaborar su propio estilo de trabajo.

A algunos investigadores les resulta muy bien emplear la inducción tanto para la formulación de sus problemas como para la elaboración de sus hipótesis. Otras veces, habrá que recurrir a la deducción, a la analogía... En todo caso, la única exigencia es que nuestras hipótesis para que sean científicas tienen que ser verificables de manera experimental o sólo racionalmente, dependiendo de la clase de hipótesis.

Otra característica del método científico es que sus reglas no pueden reemplazar a la inteligencia del investigador. La capacidad de formular o plantear problemas e hipótesis con relevancia científica dependerá del ejercicio constante en la realización de tareas de investigación.

Mario Bunge, nos informa que aún no existe una justificación teorética del método científico. Existiría únicamente una justificación tácita basada en un pragmatismo que sostiene que todo lo que da resultado es bueno. La justificación teorética del método científico tendría que consistir en exponer el fundamento y la sistemática de las reglas de investigación científica. Sobre el fundamento, tendría que demostrarse que los presupuestos que sostienen a la regla son coherentes con las leyes científicas conocidas; en cambio, respecto de la sistemática, la comprobación de que las reglas de investigación constituyen un conjunto organizado de miembros entre los cuales hay relaciones de coordinación o subordinación. En este sentido, aún está pendiente la tarea de la justificación filosófica del método científico; mientras llegue ese momento, recomienda Mario Bunge, lo mejor es tener presente lo que tal vez sea la única regla de oro del trabajo científico: “Audacia en el conjeturar, rigurosa prudencia en el someter a contrastación las conjeturas”.

Una virtud o mérito que hay que resaltar del método científico es que gracias a él, la ciencia se diferencia de la no ciencia.

Otra de  las características del método científico es su universalidad, como señalamos al comienzo. Es aplicable y necesario no sólo en las ciencias naturales, sino también en las ciencias sociales; en las puras o aplicadas; y, en las formales o fácticas.

Sólo a manera de ejemplo vamos a resaltar algunas reglas que en conjunto constituyen el método científico ideal. Existen algunas propuestas interesantes como las dadas por ASIMOV y BUNGE:

Primer paso: Formular el problema con precisión y de manera específica.

Segundo paso: Reunir todos los datos posibles sobre el problema.

Tercer paso: Proponer o elaborar conjeturas o hipótesis bien definidas.

Cuarto paso: Someter las hipótesis a contrastación exigente (experimental o sólo racional).

Quinto paso: Las hipótesis confirmadas o reforzadas deben ser consideradas como parcialmente o provisionalmente verdaderas y sobre esta base iniciar nuevas investigaciones de mayor complejidad.

Resumiendo:

El método científico es una especial característica de la ciencia; pero, no es ni infalible ni autosuficiente. Es perfectible al momento de su aplicación. No es autosuficiente porque necesita de conocimientos previos que debe poseer el investigador sobre la materia que está tratando.

El nombre “método científico” es muy ambiguo. Por una parte, significa que tal método existe y que es eficaz; sin embargo, por otro lado, puede inducirnos a error al hacernos creer que consiste en un conjunto de reglas que, a manera de una receta, con su sola aplicación el producto está garantizado.

El método científico es más bien una estrategia de la investigación científica, su éxito dependerá del talento de cada investigador.

Finalmente, algunas ideas para la consideración de las personas inclinadas a la investigación:

a)             Cualquiera sea la ciencia que desarrollemos ésta no puede estar divorciada de una concepción integral sobre lo que es el hombre y su razón de ser en el mundo. Al hombre, necesariamente tenemos que concebirlo en sus tres realidades: material, racional y espiritual. Como consecuencia de la emergencia del positivismo, han merecido especial atención nuestras realidades material y racional con desmedro de la espiritual. La misma filosofía ha sido relegada a un segundo plano dado que en algún momento se mostraban más atractivas el pragmatismo y el materialismo de la ciencia. La ciencia robustece nuestro cuerpo y mente; pero, no nos llena espiritualmente. No nos ayuda a desarrollar nuestras cualidades espirituales: amor, solidaridad, honestidad, humildad, justicia, etc. Para atender a estas necesidades es importante que la ciencia no esté sola: debe ir acompañada de la filosofía, de la moral, de la religión.

b)            El investigador debe ser un buscador de la verdad y por ello es necesario que esté consciente sobre la unicidad de la verdad. La verdad es una sola. No hay varias verdades. Lo que sucede es que hay una variedad de perspectivas respecto de una misma verdad. A esta verdad única hay que acercarnos tanto mediante la investigación científica como mediante el que hacer filosófico. Lo ideal es que ciencia y filosofía vayan de la mano.

Mediante la investigación científica buscamos la verdad contingente, la verdad en el tiempo y en el espacio. En cambio, mediante la filosofía buscamos la verdad ideal. La ciencia se preocupa del ser, la filosofía del deber ser. Gracias a la filosofía descubrimos o construimos los principios que orientan nuestra actitud como investigadores. La verdad ideal nos dice cómo deberían ser las cosas, nos proporciona una visión, basada en principios, de la futura situación que quisiéramos lograr, una visión de lo que debería ser aún cuando en el presente no lo sea.

Necesitamos tanto de la verdad contingente como de la verdad ideal. La primera nos acerca a la realidad, mientras que la segunda nos proporciona los valores para juzgar esa realidad y calificarla de buena o mala y si es mala, aspirar a su transformación. Esta relación entre valor y realidad; entre el ser y el deber, es lo que se llama dualismo metodológico (Radbruch)

BIBLIOGRAFIA:

ANELLO, Eloy; DE HERNANDEZ, Juanita. “Liderazgo Moral”. Universidad Núr. La Paz. Bolivia, 1996.

BUNGE, Mario. “La Ciencia. Su método y su filosofía”. Siglo Veinte. Buenos Aires, 1985.
– “Epistemología”. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1982.
– “La Investigación Científica”. Editorial Ariel. Barcelona, 1973.

GIL MALCA, Guillermo; ALVA DIAZ, Doris E. “Metodología de la Investigación Científica”. Trujillo, 1991.

KELSEN, Hans. “Teoría Pura del Derecho”. Losada. Buenos Aires, 1946.

RADBRUCH, Gustav. “Introducción a la Filosofía del Derecho”. Fondo de Cultura Económica. Santa Fé de Bogotá. Colombia, 1997.

RUSSELL, Bertrand. “La Perspectiva Científica”. Editorial Ariel. Barcelona, 1975.

TORRES VASQUEZ, Aníbal. “Introducción al Derecho”. Palestra Editores. Lima, 1999.

 


 


(*) Abogado. Docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca y de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Privada “Antonio Guillermo Urrelo” 

E-mail: donaires@hispavista.com


 

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