Revista Jurídica Cajamarca |
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Los carnavales: una forma disimulada de violencia contra la mujerMirna León Grilo (*) |
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Cuando,
hasta hace unas semanas atrás los noticieros de todo el mundo nos
mostraban escandalizados, escenas
de mujeres obligadas a taparse el rostro y muertas a pedradas por
hombres fanáticos del régimen Talibán en Afganistán; costaba creer
que aún habiéndose inaugurado un nuevo milenio , todavía podían
darse hechos como éstos. Si
bien es cierto que, en el mundo , se han emprendido campañas de reflexión
sobre lo execrable e inhumano que resulta toda forma de discriminación
y agresión contra la mujer; sin embargo en tanto los individuos
que son los ejecutores directos sigan manteniendo modelos mentales de
violencia ni las leyes ni la instituciones serán suficientes. Sin
darnos cuenta muchos nos hemos convertido en agresivos pasivos, cuando
actuamos como meros observadores y permitimos que ciertos actos sucedan
en nuestra presencia y no hagamos ni
digamos nada para evitarlo, al
final convertidos en cómplices de una triste situación, reflejo de
nuestro atraso cultural. La violencia contra la mujer no se combate con
buenas intenciones. Se combate educando a la población y sancionando drásticamente
a los infractores. Ante la
llegada de una festividad como son los carnavales, es lamentable
observar en todo momento cómo
nuestras jovencitas, son vilmente agredidas por desconsideradas hordas
de muchachos que prácticamente las “masacran” a globazos, y recalco
la palabra masacrar porque si en lugar de globos éstos fueran piedras
tendríamos en nuestro haber numerosas muertas, y
nos estaríamos situando
al mismo nivel que las
mujeres de Afganistán. Analizando un poco más,
veríamos que todo juego es divertido, agradable y de común
acuerdo entre los participantes. ¿Cuál de estas condiciones se cumplen
en este juego con agua? Muchas
de nuestras jóvenes optan por enclaustrarse resignadamente en casa y
rogar que los días del famoso carnaval terminen; a otras, debemos
llevarlas y recogerlas recordando sus pasados días de Jardín Escolar
y anotando que no es
una gran garantía si la mamá es quien las acompaña porque
otra vez, la violencia contra la mujer los insta a no respetar ,
tiene que ser un varón, el padre o algún familiar mayor quien asuma
este labor todos los días y posiblemente varias veces en un día.
Preguntémonos entonces qué será de aquellas chicas que no
tienen quién las acompañe. Permítaseme describir una escena que debe
sonar familiar para muchos habitantes de la “capital del Carnaval
peruano” : Una o varias chicas van asomando por una esquina; de los
balcones llueven proyectiles (sería muy interesante conocer con qué
fuerza llega a golpear a la víctima un globo cargado de agua a una
distancia de 50 a 100 metros). Las chicas corren despavoridas, algunas
sin recordar que están circulando los vehículos, cruzan la pista a
riesgo de ser atropelladas, para darse con la macabra sorpresa que
enfrente las espera una horda de 6 a 10 desalmados quienes haciendo uso
de toda su fuerza y sadismo las rodean y aturden a globazos y chisguetazos; mientras uno se da tiempo para deslizarle un
globo dentro de la espalda y reventárselo de un palmazo otro muy suelto de huesos , le revienta otro globo en la
cabeza. Los transeúntes pasan y nadie dice nada aún cuando la víctima
grita desesperadamente. El resultado: Un ser humano que bien podría ser
nuestra hija o nuestra hermana, humillada por
un sentimiento de impotencia al no haber podido defenderse, además
de golpeada y avergonzada porque decenas de ojos la observaron y hasta disfrutaron de
la escena. De
manera poco enfática alguna vez se escucha una noticia como la de que
una niña esté a punto de perder el ojo a causa de un globazo, ¿se
investiga debidamente casos como éste?, o tal vez se espera un
desenlace fatal, una muerte por ejemplo para recién pensar que el
asunto es más serio de lo que parece y que es tiempo de ponerle un
freno a este “juego”. Nos gustaría medidas más sólidas de parte
de las autoridades, la policía, el serenazgo podrían patrullar las
calles; en especial los lugares de estudio de nuestras jovencitas
con énfasis en las horas de salida, un teléfono que recepcione
quejas sería de gran ayuda. Una campaña intensiva de educación
por las medios de comunicación
ilustrando los resultados nefastos de estas acciones y sanciones
drásticas para quienes cometan estos actos podrían servir de respaldo.
Pero sobre todo, alentar la participación de la sociedad civil ,
nadie debiera quedarse quieto ante hechos como éstos.
(*) Profesora. Email : mlstar@latinmail.com |
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