Derecho y Cambio Social

 
 

 

 

LAS NUEVAS COMPETENCIAS DEL ABOGADO

Daniel Echaiz Moreno (*)


 

La historia del Derecho es milenaria y sus orígenes se confunden con los propios orígenes de las sociedades primitivas, pero el abogado de antaño no es el mismo de ahora o, mejor dicho, no debe serlo. En efecto, el profesional jurídico del mundo contemporáneo, inserto en el siglo XXI, requiere contar con nuevas competencias que le permitan actuar con solvencia. Esto supone, en general, una sólida formación de base jurídica y alcance multidisciplinario, con vocación internacional, apoyada en el uso de las tecnologías de información, complementada con un exigente entrenamiento y reentrenamiento, que persiga objetivos por resultados y que propicie las soluciones concertadas antes que el enfrentamiento.

Los desafíos del presente determinan un accionar intenso en lo referido al desenvolvimiento de los abogados frente a nuevos y cada vez mayores requerimientos de una sociedad abierta, compleja y dinámica.

La sólida formación de base jurídica supone contar con una primigenia cultura humanística y el conocimiento de las múltiples materias jurídicas: desde las más tradicionales (Derecho Civil, Derecho Penal y Derecho Laboral) hasta las más modernas (Derecho Genético, Derecho Ecológico y Derecho Informático). Empero, esa formación exige un alcance multidisciplinario que se introduzca en cuestiones científicas (el desarrollo del ADN), empresariales (los conglomerados corporativos), tecnológicas (la firma digital), ambientales (los relaves de las mineras), financieras (las estructuraciones de operaciones bancarias), industriales (los mercados relevantes) y hasta éticas (la responsabilidad social).

Por su parte, la vocación internacional obedece al fenómeno de la globalización que ya alcanzó al Derecho y que ha desdibujado las fronteras entre los países a partir de la revolución del conocimiento (know-how), todo lo cual empieza a delinear los contornos de un novísimo Derecho Global que, superando las iniciales dificultades forjadas por las diferencias de los sistemas jurídicos y de las legislaciones nacionales entre sí, procura construir una nueva visión del Derecho a partir de principios fundamentales. La internacionalización de la abogacía amerita que los estudios de abogados se expandan en el mercado a través de subsidiarias, sucursales o franquiciados; que los profesionales se integren en redes y establezcan acuerdos de colaboración o alianzas estratégicas; que los contratos-tipo y las leyes-modelo se impongan como regla ordinaria; y que los acuerdos globales sean la plataforma del desarrollo nacional que no se desentiende del resto del mundo.

El uso de las tecnologías de la información resulta imprescindible en el contexto “maximización de beneficios/minimización de costos” para el acopio de información (los soportes de información legal), el procesamiento de datos (las bases de datos), la gestión de los estudios de abogados (el management jurídico), la interacción entre los profesionales y entre éstos y sus clientes (el Messenger), la comunicación en tiempo real (la videoconferencia y el Skype), el marketing corporativo (los banners) y la seguridad contra el ataque informático (los hackers), entre otras cuestiones.

Asimismo, el entrenamiento persigue volcar en la práctica la teoría, combinando el conocimiento académico con la puesta en práctica de dichos conocimientos, lo cual trae consigo varias competencias como razonamiento, síntesis, argumentación, comunicación y retroalimentación. Pero ese entrenamiento, adquirido quizás en las primeras prácticas pre-profesionales de los alumnos de Derecho, exige su réplica constante a través del reentrenamiento del abogado que le permita mantener el ritmo vertiginoso de los cambios que día a día van sucediéndose en el mundo.

Los objetivos por resultados constituyen la técnica de medición del trabajo en el actual escenario donde se procura la eficiencia y la cuantificación de dicho trabajo. No tiene sentido mantener la antigua estrategia (si es que acaso lo era) de utilizar artilugios legales tendientes a afectar la celeridad de los procesos judiciales, como tampoco engrosar los informes legales con opiniones dogmáticas alejadas completamente de las expectativas del cliente. Esto trae consigo, a su vez y en orden a la justicia, la máxima valoración del tiempo del abogado cuyos honorarios profesionales ahora se calculan por hora trabajada.

Finalmente, las soluciones concertadas antes que el enfrentamiento suponen otra nueva competencia del profesional jurídico. El Derecho, desde siempre, ha perseguido como finalidad la solución de las controversias, pero tradicionalmente los abogados se han caracterizado por actuar -lamentablemente- como “pica-pleitos” que agudizan la controversia en vez de solucionarla. Eso va abandonándose cada vez más en un contexto en el cual el juicio (donde sólo gana uno) es una alternativa poco atractiva que se ve superada por la mediación, la conciliación y el arbitraje (donde ganan todos).

Encontramos pues en las líneas precedentes las nuevas competencias del abogado que hoy en día deben forjarse desde las aulas universitarias. Nada se logra con opiniones pesimistas que sólo critican la realidad de la profesión, que lamentan la pobre educación legal y que enfrentan el crecimiento número de abogados, pero que mantienen el statu quo sin ofrecer soluciones concretas: cubramos las exigencias del mercado y atendamos la demanda del mismo; sólo así los abogados seremos partícipes de nuestro propio presente y tenderemos las líneas que nos guiarán hacia el futuro.

Lima, 12 de diciembre del 2007.

 


(*)Daniel Echaiz Moreno (Lima, 1977) es catedrático en la Universidad de Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y Academia de la Magistratura.
Web: www.echaiz.com · E-mail: daniel@echaiz.com

 


 

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