Derecho y Cambio Social

 
 

 

PANTALEÓN Y LAS VISITADORAS
A propósito de los jueces y periodistas

Jaime David Abanto Torres*


 

A quienes apuestan por un periodismo veraz y objetivo

y por un servicio de justicia incorruptible.

 

“- Encantado, mucho gusto, choque esos cinco – hace una reverencia japonesa, cruza el puesto de mando como un emperador, chupa su  puro y sopla huma el Sinchi-. A sus órdenes, para todo lo que se le ofrezca.

 -Buenos días – olfatea la atmósfera, se desconcierta, tiene un acceso de tos Pantaleón Pantoja-. Tome asiento. ¿En qué puedo servirle?

- Ese portento de mujer que me encontré en la puerta me dio mareos- señala la escalera, silba, se entusiasma, fuma el Sinchi-. Caramba, me habían dicho que Pantilandia era el paraíso de las mujeres y veo que es cierto. Qué lindas flores crecen en su jardín, señor Pantoja.

- Tengo mucho trabajo y no puedo malgastar mi tiempo, así que apúrese – respinga, coge un cartapacio y trata de disipar la nube que lo envuelve Pantaleón Pantoja-. En cuanto a – eso de Pantilandia, le prevengo que no me hace gracia. No tengo sentido del humor.

- El nombre no lo inventé yo, sino la fantasía popular – abre los brazos y discursea como ante una rugiente multitud el Sinchi-, la imaginación loretana, siempre tan buida y sápida, tan ingeniosa. No lo tome a mal, señor Pantoja, hay que ser sensitivo para con las creaciones populares.

[...]

- ¿Usted no dirige un programa en Radio Amazonas? – tose, se ahoga, se seca los ojos llorosos Pantaleón Pantoja-. ¿A las seis de la tarde?

- Yo mismo, aquí tiene la famosísima Voz del Sinchi en persona –engola la voz, empuña un micro invisible, declama el Sinchi-. Terror de autoridades corrompidas, azote de jueces venales, remolino de la injusticia, voz que recoge y prodiga por las ondas las palpitaciones populares.

- Sí, en alguna ocasión he oído su programa ¿bastante popular, no?  - se pone de pie, va en busca de aire puro, respira con fuerza Pantaleón Pantoja-. Muy honrado con su visita. Qué se le ofrece.

- Soy un hombre de mi tiempo, desprejuiciado, progresista, así que vengo a echarle una mano – se levanta, lo persigue, lo arrebosa de humo, le tiende unos dedos fláccidos el Sinchi-. Además, me cae usted simpático, señor Pantoja, y sé que podemos ser buenos amigos. Yo creo en las amistades a primera vista, mi olfato no me falla. Quiero servirlo.

- Muy agradecido – se deja sacudir, palmear los hombros, se resigna a volver al escritorio, a seguir tosiendo Pantaleón Pantoja-. Pero, la verdad, no necesito sus servicios. Al menos por el momento.

- Eso es lo que se cree, hombre cándido e inocente- abarca todo el espacio como un ademán, se escandaliza medio en serio medio en broma el Sinchi-. En este enclave erótico vive lejos del mundanal ruido y, por lo visto, no se entera de las cosas. No sabe lo que se anda diciendo por las calles, los peligros que lo rodean.

- Dispongo de muy poco tiempo, señor- mira la hora, se impacienta Pantaleón Pantoja-. O me indica de una vez lo que quiere o me hace el favor de irse.

[...]

- Estoy sometido a presiones irresistibles – aplasta el puro en el cenicero, lo despedaza, se aflige el Sinchi-. A mas de casa, padres de familia, colegios, instituciones culturales, iglesias de todo color y pelo, hasta brujas y ayahuasqueros. Soy humano, mi resistencia tiene un límite.

- Qué chanfaina es ésa, de qué me habla – sonríe viendo desvanecerse la última nubecilla de humo  Pantaleón Pantoja-. No entiendo palabra, sea más explícito y vaya al grano de una vez.

-    La ciudad quiere que hunda a Pantilandia en la ignominia y que lo mande a usted a la quiebra – sintetiza risueñamente el Sinchi-. ¿No sabía que Iquitos es una ciudad de corazón corrompido pero de fachada puritana? El Servicio de Visitadoras es un escándalo que sólo un  tipo progresista y moderno como yo puede aceptar. El resto de la ciudad está espantado con esta vaina y hablando en cristiano, quiere que lo hunda.

-     ¿Qué me hunda? – se pone muy serio Pantaleón Pantoja-. ¿A mí? ¿Qué hunda al Servicio de Visitadoras?

-    No existe nada lo bastante sólido en toda la Amazonía que La Voz del Sinchi no pueda echar abajo- da un tincanazo en el vacío, resopla, se envanece el Sinchi-. Modestia aparte, si yo le pongo la puntería, el Servicio de Visitadoras no dura una semana y usted tendrá que salir pitando de Iquitos. Es la triste realidad, amigo.

-    O sea que ha venido a amenazarme – s endereza Pantaleón Pantoja.

-    Nada de eso, al contrario – da estocadas a fantasmas, se ciñe el corazón como un tenor, cuenta billetes que no existen el Sinchi-. Hasta ahora he resistido las presiones por espíritu combativo y por una cuestión de principios. Pero, en adelante, puesto que yo también tengo que vivir y el aire no alimenta, lo haré por una compensación mínima. ¿No le parece justo?

-    O sea que ha venido a chantajearme – se pone de pie, se demacra, vuelca la papelera, corre hacia la escalerilla Pantaleón Pantoja.

-    A ayudarlo, hombre, pregunte y verá la fuerza ciclónica de mi emisión – saca músculos, se levanta, se pasea, gesticula el Sinchi -. Tumba jueces, subprefectos, matrimonios, lo que ataca se desintegra.  Por unos cuantos miserables soles estoy dispuesto a defender radialmente al Servicio de Visitadoras y a su cerebro creador. A dar la gran batalla por usted, señor Pantoja.

[...]

-    ¡Sinforoso! ¡Palomino! – da palmadas, grita Pantaleón Pantoja-. ¡Sanitario!

-    Qué le pasa, nada de ponerse nervioso, cálmese- queda quieto, suaviza la voz, mira a su alrededor alarmado el Sinchi-. No necesita responderme de inmediato. Haga sus consultas, averigüe quién soy yo y discutimos la próxima semana.

-    Sáquenme a éste zamarro de aquí y zambúllanlo en el río- ordena a los hombres que aparecen corriendo en la boca de la escalera Pantaleón Pantoja-.  Y no le vuelvan a permitir la entrada al centro logístico.

-    Oiga, no se suicide, no sea inconsciente, yo soy un superhombre en Iquitos – manotea, empuja, se defiende, se resbala, se aleja, desaparece, se empapa el Sinchi-. Suéltenme, qué significa esto, oiga, se va a arrepentir, señor Pantoja, yo venía a ayudarlo. ¡Yo soy su amigooo!

-    Es un gran zamarro, sí, pero su programa lo oyen hasta las piedras, - curiosea una revista abandonada en una mesa del “Luchos’s Bar” el teniente Bacacorzo-. Ojalá que ese remojón en Itaya no le traiga problemas, mi capitán.

- Prefiero los problemas antes que ceder a un sucio chantaje- [...][1]

 ***

Breves arpegios.

 

Hoy, con la misma firmeza y a costa de los riesgos que haya que corre, el Sinchi pregunta: ¿hasta cuándo vamos a seguir tolerando en nuestra querida ciudad, distinguidos radioescuchas, el bochornoso espectáculo que es la existencia del mal llamado Servicio de Visitadoras, conocido más plebeyamente con el mote de Pantilandia, en irrisorio homenaje a su progenitor? El Sinchi pregunta: ¿Hasta cuándo, padres y madres de familia de la civilizada Loreto, vamos a seguir sufriendo angustias para impedir que nuestros hijos corran, inocentes, inexpertos, ignorantes del peligro, a contemplar como si fuera una kermesse o un circo, el tráfico de hetairas, de mujerzuelas desvergonzadas, de PROSTITUTAS para no hablar con eufemismos, que impúdicamente llegan y parten de ese antro erigido en las puertas de nuestra ciudad por ese individuo sin ley y sin principios que responde al nombre y apellido de Pantaleón Pantoja? El Sinchi pregunta: ¿qué poderosos y turbios intereses amparan a este sujeto para que, durante dos largos años, haya podido dirigir en total impunidad un negocio tan ilícito como próspero, tan denigrante como millonario, en las barbas de toda la ciudadanía sana? No nos atemorizan las amenazas, nadie puede sobornarnos, nada atajará nuestra cruzada por el progreso, la moralidad, la cultura y el patriotismo peruanista de la Amazonía. Ha llegado el momento de enfrentarse al monstruo y, de un solo tajo. No queremos semejante forúnculo en Iquitos, a todos se nos cae la cara de vergüenza y vivimos en una constante zozobra y pesadilla con la existencia de ese complejo industrial de meretrices que preside, como moderno sultán babilónico, el tristemente célebre señor Pantoja quien no vacila, por su afán de riqueza y explotación, en ofender y agraviar lo más sano que existe, como son la familia, la religión y los cuarteles de los defensores de nuestra integridad territorial y de la soberanía de la Patria. [...][2]

 

Las últimas palabras de esta desgraciada mujer cuyo testimonio acabamos de llevar a vuestros oídos, queridos radioescuchas – me refiero a la exvisitadora Maclovia. Han puesto dramáticamente el dedo en la llaga de un asunto trágico y doloroso que retrata, mejor que una fotografía o una película en tecnicolor, la idiosincrasia del personaje que luce en su prontuario la gris hazaña de haber creado en Iquitos la más insospechada y multitudinaria casa de perdición del país y, tal vez, de Sudamérica. Porque, en efecto, es cierto y fehaciente que el señor Pantaleón Pantoja tiene una familia, o mejor dicho tenía, y que ha venido llevando una doble vida, hundido por una parte en la ciénaga pestilencial del negocio del sexo, y por otra parte, aparentando una vida hogareña digna y respetable, al amparo de la ignorancia en que tenía a sus seres queridos, su esposa y su menor hijita, de sus verdaderas y pingues actividades. Pero un día se hizo la luz de la verdad en el infeliz hogar y a la ignorancia de su esposa engañada en lo más sagrado de su honor, tomó esta honesta dama la determinación de abandonar el hogar mancillado por el escándalo. En el aeropuerto “teniente Bergeri”, de Iquitos, para dar testimonio de su dolor y para acompañarla hasta la escalerilla de la moderna aeronave Faucett que habría de alejarla por los aires de nuestra querida ciudad, ¡ESTABA EL SINCHI!:  [...]”[3]

 “Breves arpegios. Avisos comerciales en disco y cinta: 30 segundos. Breves arpegios

 Y en vista de que el reloj Movado de nuestros estudios señala que son ya las 18 horas treinta minutos exactas de la tarde, debemos cerrar nuestro programa, con este impresionante documento radiofónico que patentiza cómo, en su negra odisea, el señor de Pantilandia no ha vacilado en llevar dolor y quebranto a su propia familia, igual que lo viene haciendo con esta tierra cuyo único delito ha sido recibirlo y darle hospitalidad, Muy buenas tardes, queridos oyentes, Han escuchado ustedes

 Compases del vals “La Contamainina”; suben, bajan y quedan como fondo sonoro.

 ¡LA VOZ DEL SINCHI! ...”[4]

 

***

- Solo los impotentes, los eunucos y los asexuados pueden pretender que – sube y baja entre arpegios, declama, se encabrita La Voz del Sinchi- los esforzados defensores de la Patria, que se sacrifican sirviendo allá, en las intrincadas fronteras, vivan en castidad viuda.

[...]

-    Por la maldita emisión del Sinchi de ayer – no responde a su saludo, no lo invita a sentarse, coloca una cinta y enciende la grabadora el general Scavino-. El zamarro no hizo más que hablar de usted, le dedicó los treinta minutos del programa. ¿Le parece poca cosa, Pantoja?

-    ¿Deben nuestros valientes soldados recurrir al debilitante onanismo? –duda, danza con los compases del vals “La Contamainina”, espera una respuesta, interroga de nuevo La Voz del Sinchi-. ¿Regresar a la autogratificación infantil?

-    ¿La Voz del Sinchi? – oye crujir, tartamudear, estropearse a la grabadora, ve al general Scavino sacudirla, golpearla, probar todos los botones el capitán Pantoja-. ¿Está seguro mi general? ¿Me atacó de nuevo?

-    Lo defendió, lo defendió de nuevo- descubre que el enchufe se ha soltado, murmura que estúpido, se agacha, conecta el aparato otra vez el general Scavino-. Y es mil veces peor que si lo atacara. ¿No comprende? Esto deja en ridículo y enloda al Ejército al mismo tiempo.

[...]

-    El Supremo Gobierno debería condecorar con la Orden del Sol al señor Pantaleón Pantoja – estalla, rutila entre Lux el Jabón que Perfuma, Coca- Cola la Pausa que Refresca y Sonrisas Kolynosistas, dramatiza y exige La Voz del  Sinchi-. Por la encomiástica labor que realiza en procura de la satisfacción de las necesidades íntimas de los centinelas del Perú.

-    Lo oyó mi esposa y mis hijas tuvieron que darle sales – apaga la grabadora, recorre la habitación con las manos a la espalda el general Scavino-. Nos está convirtiendo en el hazmerreír de todo Iquitos con sus peroratas. ¿No le ordené tomar medidas para que La Voz del Sinchi no se ocupara más del Servicio de Visitadoras?

-    La única manera de taparle la boca a ese sujeto es dándole un balazo o plata – escucha la radio, ve a las visitadoras preparando los maletines para embarcar, a Chuchupe montando a Dalila Pantaleón Pantoja-. Cargármelo me traería muchos líos, no queda más remedio que calentarle la mano con unos cuantos soles. Anda díselo Chupito. Que se presente aquí en el término de la distancia.

-    ¿Quiere decir que destina parte del presupuesto del Servicio de Visitadoras a sobornar periodistas? – lo examina de pies a cabeza, ancha las aletas de la nariz, arruga la frente, muestra los incisivos el general Scavino-. Muy interesante, capitán.

[...]

-    Del presupuesto no, eso es sagrado- distingue un ratoncito cruzando veloz el alféizar de la ventana a pocos centímetros de la cabeza del general Scavino el capitán Pantoja-. Usted tiene copia de la contabilidad para comprobarlo. De mi propio sueldo, He tenido que sacrificar el 5% mensual de mis haberes para callar a ese chantajista. No entiendo por qué ha hecho esto.

-    Por escrúpulos profesionales, por indignación moral, por solidaridad humana, amigo Pantoja – entra al centro logístico dando un portazo, sube la escalerilla del puesto de mando como un ventarrón, intenta abrazar al señor Pantoja, se quita el saco, se sienta en el escritorio, ríe, truena, arenga el Sinchi-. Porque no puedo soportar que haya gente aquí, en esta ciudad donde mi santa madre me botó al mundo, que menosprecie su labor y que todo el día eche sapos y culebras contra usted.

-    Nuestro compromiso era clarísimo y usted lo ha violado- estrella una regla contra un panel, tiene los labios llenos de saliva y los ojos incendiados, rechina los dientes Pantaleón Pantoja-. ¿Para qué carajo los quinientos soles mensuales? Para que se olvide de que el Servicio de Visitadoras existe.

-    Es que yo también soy humano, señor Pantoja, y sé asumir mis responsabilidades – asiente, lo calma, gesticula, oye roncar la hélice, ve a Dalila correr por el río levantando dos paredes de agua, la ve levarse, perderse en el cielo el Sinchi-. Tengo sentimientos, impulsos, emociones. Donde voy, oigo pestes contra usted y me caliento. No puedo permitir que calumnien a alguien tan caballero. Sobre todo, siendo amigos.

-    Voy a hacerle una advertencia muy seria, so grandísimo pendejo- lo coge de la camisa, lo zamaquea de atrás adelante, de adelante atrás, lo ve asustarse, enrojecer, temblar, lo suelta Pantaleón Pantoja-. Ya sabe lo que ocurrió la vez pasada, cuando sus ataques al Servicio. Tuve que contener a las visitadoras, querían sacarle los ojos y clavarlo en la Plaza de Armas.

-    Lo sé de sobra amigo Pantoja – se arregla la camisa, trata de sonreír, recupera el aplomo, se aprieta el cuello el Sinchi… ¿Cree que no me enteré que habían pegado mi foto en la puerta de Pantilandia y que la escupían al entrar y salir?

[...]

-    Pero ahora ellas están felices con los piropos que les echo en mi emisión, señor Pantoja – se pone el saco, va hasta la baranda, hace adiós al Chino Porfirio, vuelve al escritorio, soba el hombro del señor Pantoja, cruza los dedos y jura el Sinchi-. Cuando me ven en la calle, me mandan besitos volados. Vamos, amigo Pan-Pan, no lo tome a trágico, yo quería servirlo. Pero, si prefiere, La Voz del Sinchi no lo mentará nunca más.

-    Porque la primera vez que me nombre, o hable del Servicio, le echaré encima a las cincuenta visitadoras y le advierto que todas tienen uñas largas – abre un cajón del escritorio, saca un revólver, lo carga y descarga, hace girar el tambor, encañona el pizarrón, el teléfono, las vigas Pantaleón Pantoja-. Y si ellas no acaban con usted, lo remato yo, de un tiro en la cabeza. ¿Comprendido?

-    A la perfección, amigo Pantoja, ni una palabra más- multiplica las venias, las sonrisas, los adioses, baja la escalerilla de espaldas, echa a correr, desaparece en la trocha a Iquitos el Sinchi-. Clarísimo como el sol. ¿Quién es el señor Pan-Pan? ¿No se le conoce, no existe, no se oyó nunca. ¿Y el Servicio de Visitadoras? Qué es eso, cómo e come eso. ¿Correcto? Vaya, nos entendemos. Los quinientos solifacios de este mes ¿cómo siempre, con Chupito? ...[5]

* * *

Hemos escogido algunos fragmentos de la obra Pantaleón y las Visitadoras del  laureado escritor nacional Mario Vargas Llosa, por la manera en que describen el poder que tienen los medios de comunicación y lo que puede suceder cuando algunos malos profesionales de las ciencias de la comunicación o periodistas aficionados, abusan del enorme poder que tienen. No en vano existe un programa de televisión de señal abierta denominado Cuarto Poder.

El ciudadano de a pie y el funcionario o servidor público se encuentran en total estado de indefensión frente a un ataque a su honor o a su intimidad personal y familiar. Ninguna condena por delitos de injuria, calumnia o difamación,  o al pago de indemnización o reparación civil podrán resarcir el daño causado. Ni siquiera una rectificación oportuna.

La novela trata la historia de Pantaleón Pantoja, un capitán del ejército peruano que por órdenes superiores, organiza un servicio de prostitución clandestina para los soldados que prestan servicios en la Amazonía. Pantaleón Pantoja es un típico cultor de la obediencia debida. “Las órdenes se cumplen, no se piensan” es su lema.

Vemos en escena al Sinchi, periodista radial, autodenominado “Terror de autoridades corrompidas”. Así como Atila, rey de los Hunos, era llamado “El azote de Dios” él se considera a sí mismo como el azote de jueces venales, remolino de la injusticia”. El Sinchi refiere ser víctima de presiones de la sociedad loretana movida por el escándalo, que quiere que hunda a Pantaleón Pantoja y a su Servicio de Visitadoras. El Sinchi, como hombre sin prejuicios ofrece su ayuda a Pantaleón, a cambio del pago de una suma de dinero, “puesto que  también tiene que vivir y el aire no alimenta”.

Pantaleón se indigna inmediatamente ante el chantaje[6] y el Sinchi insiste en querer ayudarlo remarcando que Tumba jueces, subprefectos, matrimonios” y cual rayo láser, “lo que ataca se desintegra”. E insiste en su oferta en defender radialmente al Servicio de Visitadoras y a Pantaleón “por unos cuantos miserables soles”.

Con qué descaro algunos malos periodistas dañan la honra de las personas porque no se les compra el silencio pagando “unos cuantos miserables soles”. O también cuando alguna parte interesada se los paga.

El Sinchi incluso lanza una amenaza al matrimonio de Pantaleón, pues era indudable que su esposa no entendería el trabajo de su esposo, un capitán del  ejército que, por órdenes superiores, se dedicaba a la misión secreta de administrar un contingente de damas dedicadas a la llamada profesión más antigua del mundo, es decir a una especie de proxenetismo[7] clandestino e itinerante por la selva amazónica.

Luego que el enfurecido Pantaleón ordena a sus ayudantes que arrojen al río al periodista radial, uno de ellos, el teniente Bacacorzo le advierte del peligro “- Es un gran zamarro, sí, pero su programa lo oyen hasta las piedras” y “Ojalá que ese remojón en Itaya no le traiga problemas, mi capitán”. Pantaleón responde que prefiere los problemas antes que ceder ante el extorsionador. Más tarde, por orden superior, tendría tragarse sus palabras y hacer lo contrario.

Una vez rechazada su oferta o chantaje, para decirlo sin medias tintas, el Sinchi inicia su ataque radial, apelando a la doble moral de la sociedad loretana, lanzando una filípica contra el Servicio de Visitadoras, Pantilandia, y haciendo un relato del novedoso escándalo -iniciado hace dos años atrás-, preguntándose por los oscuros intereses que protegían dicha actividad. El Sinchi hace hincapié en su condición de insobornable, como si alguien hubiese querido comprar su silencio, y se erige en el paladín de instituciones como la familia y el ejército peruano y hasta de la religión. A continuación presenta el testimonio no muy convincente de una ex visitadora, que llegaba a extrañar el grato ambiente de trabajo y el buen trato laboral que le brindara Pantaleón Pantoja.

El Sinchi llega al extremo de intentar entrevistar a la esposa de Pantaleón, antes que esta abandonara la ciudad, herida por el escándalo. Admitimos que en el caso de la novela, la existencia de un servicio clandestino de visitadoras para las fuerzas armadas sin duda es un hecho de interés público. Pero ¿qué interés público pueden tener los sentimientos y emociones de la esposa de quien administraba o regentaba el servicio, invadiendo su intimidad? ¿Verdad periodística? Todo lo sucedido en el relato fue por el afán de lucro de un mal periodista radial.

Para sorpresa de propios y extraños, en una suerte de espontáneo e inusitado ejercicio de rectificación, el Sinchi comienza a hacer la apología del Servicio de Visitadoras, apelando a la imposibilidad de los soldados de mantener el celibato sin recurrir a la masturbación, llegando al extremo de proponer que “El Supremo Gobierno condecore con la Orden del Sol[8] al señor Pantaleón Pantoja”, situación que pone en ridículo al Ejército, según el General Scavino, quien recuerda a Pantaleón la orden de evitar que el Sinchi difundiera toda clase de informaciones sobre el Servicio de Visitadoras.

Pantaleón se encuentra en el triste dilema de asesinar al periodista o sobornarlo. Entendiendo que lo primero le traería más problemas, opta por lo segundo, pero no con dinero del ejército, sino con el suyo propio, despejando así las hipócritas dudas del General Scavino.

No perdemos de vista el caso de periodistas asesinados por ejercer su profesión con veracidad y objetividad. Pero tampoco perdamos de vista el caso de los tres magistrados peruanos asesinados en 2006.

El Sinchi justifica su rol de defensor oficioso del Servicio de Visitadoras, alegando “escrúpulos profesionales”, “indignación moral” y  “solidaridad humana”. Pantaleón le recuerda su compromiso de guardar silencio respecto al Servicio de Visitadoras, amenazándolo de muerte. Prometiendo cumplir con lo pactado, el Sinchi se despide coordinando el pago de la última cuota vencida de su soborno mensual.

A pesar de no ser escasos los abusos de algunos malos periodistas y medios de comunicación en el ejercicio de sus libertades informativas, el Tribunal Constitucional peruano ha tenido muy pocos casos en los que se haya visto las tensiones entre las libertades informativas y el derecho a la intimidad.

La tendencia del Tribunal Constitucional ha sido la de invocar la prohibición de censura previa para desestimar las demandas de amparo y de hábeas data[9]. Sin embargo, en algunos otros casos, que no necesariamente se relacionan con conflictos entre las libertades informativas y el derecho a la intimidad, se reconoce que no obstante la existencia de libertades preferidas, el conflicto debe resolverse recurriendo a la técnica de la ponderación[10]. En un reciente caso, el Tribunal reconoce que el derecho a la intimidad es un límite a las libertades informativas[11].

 

Por su parte, la Corte Constitucional colombiana ha definido los principios de libertad, finalidad, necesidad, veracidad e integridad, señalando que: 

23. Así, el ‘principio de libertad’ aplicado a la libertad de expresión, conduce a sostener que si bien una persona puede opinar abiertamente sobre el ‘comportamiento externo’ de otra, por cuanto al revelar públicamente su conducta permite que los demás juzguen sus actos; en tratándose de ‘actos íntimos o privados’ no ocurre lo mismo, básicamente porque se trata de información sujeta a la libre disposición del individuo.
Por ejemplo, esta corporación sobre la materia ha sostenido que existe una tendencia creciente hacia el desdibujamiento de la intimidad en las personas con proyección pública, pues de sus actuaciones serán testigos, casi necesariamente el conglomerado universal de la sociedad. Sin embargo, ese desdibujamiento en manera alguna puede ser considerado absoluto, puesto que existen espacios íntimos o privados de vida excluidos del interés público, los cuales no pueden ser invadidos sino por el consentimiento expreso o tácito de su titular.
24. El principio de finalidad como requisito del ejercicio de la libertad de expresión, se manifiesta en que la diversidad de opiniones o de pensamientos que se divulguen, se relacionen con el logro de una finalidad constitucionalmente legítima, tales como, informar sobre un acontecimiento o suceso de trascendencia pública, difundir y dar a conocer manifestaciones de cultura o creaciones del intelecto humano, o participar a través de la crítica en el ejercicio del control público. Esto significa que la libertad de expresión, no puede convertirse en una herramienta para vulnerar los derechos de los otros o para incentivar la violencia.
 
25. Finalmente, los principios de necesidad, veracidad e integridad, se concretan en la exigencia de requerir que los hechos o enunciados de carácter fáctico que sustentan las opiniones, ideas, pensamientos o creencias guarden relación de conexidad con la finalidad pretendida mediante su divulgación, sean ciertos o reales y, adicionalmente, se suministren de manera completa, impidiendo que se revelen datos parciales o fraccionados, que puedan llegar a vulnerar los derechos al buen nombre y a la honra. Lo anterior, tiene su razón de ser, pues como previamente se expuso las opiniones en sí mismas consideradas, no pueden someterse a las cargas de veracidad e integridad
[12].

 

Muchas veces el periodista excede los límites del principio de libertad, pues a veces se invade la intimidad de las personas. Otras veces, se excede el principio de finalidad, pues se vulnera derechos humanos como la presunción de inocencia. También se excede el principio de necesidad, pues se revela información que no tiene conexión alguna con la finalidad pretendida con la divulgación. Otras veces no se cumple con el principio de veracidad, pues la información obtenida de las fuentes no es verificada de modo alguno, violándose también el principio de integridad pues no se presenta la información completa sino datos parciales o fraccionados. O en otro extremo se llega a difusión de versiones súper corregidas y súper aumentadas de la realidad de los hechos.

 

En un proceso el juez debe realizar un juicio. Por otro lado el periodista realiza un  juicio paralelo  que no es imparcial. A veces responde a las directivas del dueño del medio de comunicación, a la convicción subjetiva del periodista, o a la versión de alguna parte interesada (abogado o litigante), a veces mediante el pago de una retribución. Y de esa manera se intenta presionar al magistrado para que o se abstenga por decoro[13] o hacer que resuelva conforme a la opinión pública, lo que me recuerda la imagen de  los judíos pidiendo el indulto de Barrabás y la crucifixión de Jesús, y a Poncio Pilato lavándose las manos, convencido de la inocencia del procesado pero a la vez muy preocupado por no quedar mal con el César. Una canción de moda en los años ochenta decía Nunca quedas mal con nadie. Difícil para el juez que resuelve no quedar mal con alguna de las partes. Así, los evangelios no muestran a Jesús procesado por autoridad incompetente y sin las garantías mínimas del debido proceso, finalmente ajusticiado por su propio pueblo, incitado por los sumos sacerdotes, escribas y fariseos.

 

Al respecto, González Prada decía:

 

“Y no valen pruebas ni derechos. Como se busca un mal hombre para que pague un esquinazo, así en los juicios intrincados se rebusca un juez para que anule un sumario, fragüe otro nuevo y pronuncie una sentencia donde quede absuelto el culpable y salga crucificado el inocente. Si por rarísima casualidad se topa con un juez íntegro y rebelde a toda seducción (masculina o femenina), entonces se recurre a una serie de recusaciones, hasta dar en el maleable y el venal. Si por otra rarísima casualidad, al juez apetecido no se le consigue en el lugar, se le encarga, se le hace venir desde unas doscientas o trescientas leguas”.

 

Quienes abogan por el dicho “la voz del pueblo es la voz de Dios” se equivocan. De ahí que se diga que el periodismo puede ser “la más noble de las profesiones o el más vil de los oficios”.

 

Insistimos en que el Juez ha de resolver con imparcialidad, buscando la verdad en el expediente y no para el agrado de la “opinión pública”.

 

Frente a los peligros del positivismo y de la arbitrariedad del Juzgador, ya decía González Prada:

 

“a fuerza de oír defender lo justo y lo injusto, con igual número de razones, el magistrado concluye por encerrar la justicia en una simple interpretación de la ley, así que un artículo del Código le sirve hoy para sostener lo contrario de lo que ayer afirmaba”[14].

 

“el juez causa el daño sin arrastrar las consecuencias, parapetándose en los Códigos y atribuyendo a deficiencias de la Ley los excesos de la malicia personal”[15].

 

Frente a esto Juan Pablo II nos dice:

 

“5. La deontología del juez tiene su criterio inspirador en el amor a la verdad. Así pues, ante todo debe estar convencido de que la verdad existe. Por eso, es preciso buscarla con auténtico deseo de conocerla, a pesar de todos los inconvenientes que puedan derivar de ese conocimiento. Hay que resistir al miedo a la verdad, que a veces puede brotar del temor a herir a las personas. La verdad, que es Cristo mismo (cf. Jn 8, 32 y 36), nos libera de cualquier forma de componenda con las mentiras interesadas.

El juez que actúa verdaderamente como juez, es decir, con justicia, no se deja condicionar ni por sentimientos de falsa compasión hacia las personas, ni por falsos modelos de pensamiento, aunque estén difundidos en el ambiente. Sabe que las sentencias injustas jamás constituyen una verdadera solución pastoral, y que el juicio de Dios sobre su proceder es lo que cuenta para la eternidad[16].

(…)

Lo dicho por Juan Pablo II a los jueces canónicos es perfectamente aplicable a los jueces de la justicia ordinaria.

Obviamente en todas partes se cuecen habas. Dejando de lado las generalizaciones extremistas, no todos los periodistas son como el Sinchi, como tampoco es cierto que todos los magistrados y auxiliares jurisdiccionales son corruptos.

Algunos de ellos se comportan al mismísimo estilo del Sinchi. Frente a un hecho conocido, la justicia de la causa, ofrecen sus servicios al litigante o abogado rompiendo su deber de imparcialidad e incurriendo en un acto de corrupción. Si el abogado o litigante no acepta el vil ofrecimiento o éstos hacen caso omiso a la invitación a ofrecer se convierten en sus adversarios. Si aquellos son aceptados, se convierten en aliados. Así el servicio de justicia termina convertido en una mercancía,  en un autoservicio, o en una vil puja en la cual el resultado se vende al mejor postor.

Ojalá los litigantes y abogados, en lugar de ser autores o cómplices de un delito[17], agravado en el caso de los magistrados[18], denunciaran al mal juez o auxiliar jurisdiccional. Lamentablemente el temor de perder el proceso o sus malas costumbres hacen que litigantes y abogados se coludan con malos jueces y auxiliares jurisdiccionales. Y que no se denuncie con nombre y apellido los actos de corrupción.

Un gran poder implica una gran responsabilidad. Con la misma información, un mal  periodista puede difundirla en uno u otro sentido. “Así como te puedo sacar bueno, te puedo sacar malo”, se dice en el argot periodístico.

Con el mismo expediente, un mal juez puede resolver en uno u otro sentido. Jueces y periodistas han de buscar la verdad y luchar contra la corrupción, actuando con responsabilidad y asumiendo las consecuencias de sus actos. La adjetivadas verdad legal  y verdad periodística deben dar paso a la verdad sustantiva.

 

No perdamos de vista las palabras de Juan Pablo II:

 

“Por último, un momento importante de la búsqueda de la verdad es el de la instrucción de la causa. Está amenazada en su misma razón de ser, y degenera en puro formalismo, cuando el resultado del proceso se da por descontado. Es verdad que también el deber de una justicia tempestiva forma parte del servicio concreto de la verdad, y constituye un derecho de las personas. Con todo, una falsa celeridad, que vaya en detrimento de la verdad, es aún más gravemente injusta”[19].

 

A nadie se puede juzgar sin investigación. La celeridad procesal no implica falta de respeto del contradictorio, ni del derecho de defensa, ni mucho menos puede ser sinónimo de arbitrariedad, ni de injusticia.



 

NOTAS:

 

[1] VARGAS LLOSA, MARIO. Pantaleón y las visitadoras, Barcelona, Editorial Bruguera S.A., 1980, pp. 123-127.  

[2] Op. Cit. pp. 173-174.

[3] Op. Cit. pp. 185-186.

[4] Op. cit. pp. 188-189

[5] Op. Cit. pp. 214-218.

[6]Código Penal. Artículo 201.- El que, haciendo saber a otro que se dispone a publicar, denunciar o revelar un hecho o conducta cuya divulgación puede perjudicarlo personalmente o a un tercero con quien esté estrechamente vinculado, trata de determinarlo o lo determina a comprar su silencio, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis años y con ciento ochenta  a trescientos sesenta y cinco días-multa”.

[7] “Código Penal. Artículo 179.-  El que promueve o favorece la prostitución de otra persona, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cinco años. La pena será no menor de cuatro ni mayor de doce años cuando:

1. La víctima es menor de catorce años.

2. El autor emplea violencia, engaño, abuso de autoridad, o cualquier medio de intimidación.

3. La víctima se encuentra privada de discernimiento por cualquier causa.

4. El autor es pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad, o es cónyuge, concubino, adoptante, tutor o curador o tiene al agraviado a su cuidado por cualquier motivo.

5. La víctima está en situación de abandono o de extrema necesidad económica.

6. El autor haya hecho del proxenetismo su oficio o modo de vida.

Artículo 180.- El que explota la ganancia deshonesta obtenida por una persona que ejerce la prostitución será reprimido con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de ocho años.

Si la víctima es menor de catorce años, o cónyuge, conviviente, descendiente, hijo adoptivo, hijo de su cónyuge o de su conviviente o si está a su cuidado, la pena será no menor de cuatro ni mayor de doce años.

Artículo 181.- El que compromete, seduce, o sustrae a una persona para entregarla a otro con el objeto de practicar relaciones sexuales, o el que la entrega con este fin, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cinco años.

La pena será no menor de cinco ni mayor de doce años, cuando:

1. La víctima tiene menos de dieciocho años de edad.

2. El agente emplea violencia, amenaza, abuso de autoridad u otro medio de coerción.

3. La víctima es cónyuge, concubina, descendiente, hijo adoptivo, hijo de su cónyuge o de su concubina, o si está a su cuidado.

4. La víctima es entregada a un proxeneta.

Artículo 182.- El que promueve o facilita la entrada o salida del país o el traslado dentro del territorio de la República de una persona para que ejerza la prostitución, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de diez años.

La pena será no menor de ocho ni mayor de doce años, si media alguna de las circunstancias agravantes enumeradas en el artículo anterior.

[8] Sobre la Orden “El Sol del Perú” u “Orden del Sol” puede consultarse http://www.rree.gob.pe/elministerio/Paginas/Condecoraciones.aspx.

[9] Al respecto, puede revisarse:

-Sentencia de fecha 2 de noviembre de 1998, recaída en el Expediente Nº 666-96-HD/TC. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/1998/00666-1996-HD.html.

-Sentencia de fecha 18 de octubre de 2000, recaída en el Expediente Nº 748-2000-AA/TC. En  http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2002/00748-2000-AA.html.

 

-Sentencia de fecha 14 de agosto de 2002, recaída en el Expediente Nº 0905-2001AA/TC. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2002/00905-2001-AA.html.

[10] Al respecto puede revisarse:

-Sentencia de fecha 29 de enero de 2003 recaída en el Expediente Nº  1797-2002-HD/TC. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2003/01797-2002-HD.html.

-Sentencia de fecha 6 de abril de 2004, recaída en el Expediente  N° 2579-2003-hd/TC. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/02579-2003-HD.html.

-Sentencia  de fecha 21 de enero de 2004, recaída en el Expediente N° 1219-2003-HD. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/01219-2003-HD.html.

[11] Sentencia de fecha 17 de octubre de 2005, recaída en el Expediente N° 6712-2005-HC/TC (Caso Magaly Medina).En http://tc.gob.pe/jurisprudencia/2006/06712-2005-HC.html. 

[12] Sentencia Nº T-787/04 de fecha 18 de agosto de 2004  En http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2004/t-787-04.htm.

[13] GONZÁLEZ PRADA, Manuel. Nuestros Magistrados. En  Horas de Lucha. Lima, Editorial Peisa, 1989 p. 129.

[14] GONZALEZ PRADA, Manuel. Op. Cit, p. 132.

[15] GONZALEZ PRADA, Manuel. Op. Cit. p. 133.

[16] JUAN PABLO II. Discurso al Tribunal de La Rota Romana con ocasión de la Apertura del Año Judicial. Sábado 29 de enero de 2005. En https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2005/january/documents/hf_jp-ii_spe_20050129_roman-rota.html.

[17] Código Penal. Artículo 393.- El funcionario o servidor público que acepte o reciba donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, para realizar u omitir un acto en violación de sus obligaciones o el que las acepta a consecuencia de haber faltado a ellas, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de ocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal.

El funcionario o servidor público que solicita, directa o indirectamente, donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, para realizar u omitir un acto en violación de sus obligaciones o a consecuencia de haber faltado a ellas, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor de ocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal.

El funcionario o servidor público que condiciona su conducta funcional derivada del cargo o empleo a la entrega o promesa de donativo o ventaja, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de ocho ni mayor de diez años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal."

"Artículo 394.- El funcionario o servidor público que acepte o reciba donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio indebido para realizar un acto propio de su cargo o empleo, sin faltar a su obligación, o como consecuencia del ya realizado, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de seis años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal.

El funcionario o servidor público que solicita, directa o indirectamente, donativo, promesa o cualquier otra ventaja indebida para realizar un acto propio de su cargo o empleo, sin faltar a su obligación, o como consecuencia del ya realizado, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de ocho años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal."

[18] "Artículo 395.- El Magistrado, Árbitro, Fiscal, Perito, Miembro de Tribunal Administrativo o cualquier otro análogo a los anteriores que bajo cualquier modalidad acepte o reciba donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, a sabiendas que es hecho con el fin de influir o decidir en asunto sometido a su conocimiento o competencia, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de seis ni mayor de quince años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal y con ciento ochenta a trescientos sesenta y cinco días-multa.

El Magistrado, Árbitro, Fiscal, Perito, Miembro de Tribunal Administrativo o cualquier otro análogo a los anteriores que bajo cualquier modalidad solicite, directa o indirectamente, donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, con el fin de influir en la decisión de un asunto que esté sometido a su conocimiento, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de ocho ni mayor de quince años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal y con trescientos sesenta y cinco a setecientos días-multa."

[19] Discurso del Santo Padre Juan pablo II al  Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la apertura del año judicial. Sábado 29 de enero de 2005. En https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2005/january/documents/hf_jp-ii_spe_20050129_roman-rota.html.

 

 


  * Juez Titular del Primer Juzgado Especializado en lo Civil de Lima.


 

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