Derecho y Cambio Social | |||
PANTALEÓN Y
LAS VISITADORAS Jaime David Abanto Torres* |
A
quienes apuestan por un periodismo veraz y objetivo
y por un servicio de justicia incorruptible.
“- Encantado, mucho gusto, choque esos cinco
– hace una reverencia japonesa, cruza el puesto de mando como un
emperador, chupa su puro y
sopla huma el Sinchi-. A sus órdenes, para todo lo que se le ofrezca.
-Buenos
días – olfatea la atmósfera, se desconcierta, tiene un acceso de tos
Pantaleón Pantoja-. Tome asiento. ¿En qué puedo servirle?
-
Ese portento de mujer que me encontré en la puerta me dio mareos- señala
la escalera, silba, se entusiasma, fuma el Sinchi-. Caramba, me habían
dicho que Pantilandia era el paraíso de las mujeres y veo que es cierto.
Qué lindas flores crecen en su jardín, señor Pantoja.
-
Tengo mucho trabajo y no puedo malgastar mi tiempo, así que apúrese –
respinga, coge un cartapacio y trata de disipar la nube que lo envuelve
Pantaleón Pantoja-. En cuanto a – eso de Pantilandia, le prevengo que no
me hace gracia. No tengo sentido del humor. - El nombre no
lo inventé yo, sino la fantasía popular – abre los brazos y discursea como
ante una rugiente multitud el Sinchi-, la imaginación loretana, siempre
tan buida y sápida, tan ingeniosa. No lo tome a mal, señor Pantoja, hay
que ser sensitivo para con las creaciones populares. [...] - ¿Usted no
dirige un programa en Radio Amazonas? – tose, se ahoga, se seca los ojos
llorosos Pantaleón Pantoja-. ¿A las seis de la tarde? - Yo
mismo, aquí tiene la famosísima Voz del Sinchi en persona –engola la voz,
empuña un micro invisible, declama el Sinchi-. Terror de autoridades
corrompidas, azote de jueces venales,
remolino de la injusticia, voz que recoge
y prodiga por las ondas las palpitaciones populares. - Sí, en
alguna ocasión he oído su programa ¿bastante popular, no?
- se pone de pie, va en busca de aire
puro, respira con fuerza Pantaleón Pantoja-. Muy honrado con su visita.
Qué se le ofrece. - Soy un
hombre de mi tiempo, desprejuiciado, progresista, así que vengo a echarle
una mano – se levanta, lo persigue, lo arrebosa de humo, le tiende unos
dedos fláccidos el Sinchi-. Además, me cae usted simpático, señor Pantoja,
y sé que podemos ser buenos amigos. Yo creo en las amistades a primera
vista, mi olfato no me falla. Quiero servirlo. - Muy
agradecido – se deja sacudir, palmear los hombros, se resigna a volver al
escritorio, a seguir tosiendo Pantaleón Pantoja-. Pero, la verdad, no
necesito sus servicios. Al menos por el momento. - Eso es lo
que se cree, hombre cándido e inocente- abarca todo el espacio como un
ademán, se escandaliza medio en serio medio en broma el Sinchi-. En este
enclave erótico vive lejos del mundanal ruido y, por lo visto, no se
entera de las cosas. No sabe lo que se anda diciendo por las calles, los
peligros que lo rodean. - Dispongo de
muy poco tiempo, señor- mira la hora, se impacienta Pantaleón Pantoja-. O
me indica de una vez lo que quiere o me hace el favor de irse. [...] - Estoy sometido a presiones
irresistibles – aplasta el puro en el cenicero, lo despedaza, se aflige el
Sinchi-. A mas de casa, padres de familia, colegios, instituciones
culturales, iglesias de todo color y pelo, hasta brujas y ayahuasqueros.
Soy humano, mi resistencia tiene un límite. - Qué
chanfaina es ésa, de qué me habla – sonríe viendo desvanecerse la última
nubecilla de humo
Pantaleón Pantoja-. No entiendo palabra,
sea más explícito y vaya al grano de una vez.
-
La ciudad quiere que hunda a Pantilandia en la ignominia y que lo mande a
usted a la quiebra – sintetiza risueñamente el Sinchi-. ¿No sabía que
Iquitos es una ciudad de corazón corrompido pero de fachada puritana? El
Servicio de Visitadoras es un escándalo que sólo un
tipo progresista y moderno como yo puede
aceptar. El resto de la ciudad está espantado con esta vaina y hablando en
cristiano, quiere que lo hunda.
-
¿Qué
me hunda? – se pone muy serio Pantaleón Pantoja-. ¿A mí? ¿Qué hunda al
Servicio de Visitadoras?
-
No
existe nada lo bastante sólido en toda la Amazonía que La Voz del Sinchi
no pueda echar abajo- da un tincanazo en el vacío, resopla, se envanece el
Sinchi-. Modestia aparte, si yo le pongo la puntería, el Servicio de
Visitadoras no dura una semana y usted tendrá que salir pitando de
Iquitos. Es la triste realidad, amigo.
-
O sea
que ha venido a amenazarme – s endereza Pantaleón Pantoja.
-
Nada de eso, al contrario – da estocadas a fantasmas, se ciñe el corazón
como un tenor, cuenta billetes que no existen el Sinchi-. Hasta ahora he
resistido las presiones por espíritu combativo y por una cuestión de
principios. Pero, en adelante, puesto
que yo también tengo que vivir y el aire no alimenta, lo haré por una
compensación mínima. ¿No le parece justo?
-
O sea
que ha venido a chantajearme – se pone de pie, se demacra, vuelca la
papelera, corre hacia la escalerilla Pantaleón Pantoja.
-
A
ayudarlo, hombre, pregunte y verá la fuerza ciclónica de mi emisión – saca
músculos, se levanta, se pasea, gesticula el Sinchi -.
Tumba jueces,
subprefectos, matrimonios, lo que ataca se desintegra.
Por unos cuantos miserables soles estoy
dispuesto a defender radialmente al Servicio de Visitadoras y a su cerebro
creador. A dar la gran batalla por usted, señor Pantoja. [...]
-
¡Sinforoso! ¡Palomino! – da palmadas, grita Pantaleón Pantoja-.
¡Sanitario!
-
Qué le
pasa, nada de ponerse nervioso, cálmese- queda quieto, suaviza la voz,
mira a su alrededor alarmado el Sinchi-. No necesita responderme de
inmediato. Haga sus consultas, averigüe quién soy yo y discutimos la
próxima semana.
-
Sáquenme a éste zamarro de aquí y zambúllanlo en el río- ordena a los
hombres que aparecen corriendo en la boca de la escalera Pantaleón
Pantoja-.
Y no le vuelvan a permitir la entrada al
centro logístico.
-
Oiga,
no se suicide, no sea inconsciente, yo soy un superhombre en Iquitos –
manotea, empuja, se defiende, se resbala, se aleja, desaparece, se empapa
el Sinchi-. Suéltenme, qué significa esto, oiga, se va a arrepentir, señor
Pantoja, yo venía a ayudarlo. ¡Yo soy su amigooo!
-
Es un
gran zamarro, sí, pero su programa lo oyen hasta las piedras, - curiosea
una revista abandonada en una mesa del “Luchos’s Bar” el teniente
Bacacorzo-. Ojalá que ese remojón en Itaya no le traiga problemas, mi
capitán. -
Prefiero los problemas antes que ceder a un sucio chantaje- [...][1]
Breves arpegios.
Hoy, con
la misma firmeza y a costa de los riesgos que haya que corre, el Sinchi
pregunta: ¿hasta cuándo vamos a seguir tolerando en nuestra querida
ciudad, distinguidos radioescuchas, el bochornoso espectáculo que es la
existencia del mal llamado Servicio de Visitadoras, conocido más
plebeyamente con el mote de Pantilandia, en irrisorio homenaje a su
progenitor? El Sinchi pregunta: ¿Hasta cuándo, padres y madres de familia
de la civilizada Loreto, vamos a seguir sufriendo angustias para impedir
que nuestros hijos corran, inocentes, inexpertos, ignorantes del peligro,
a contemplar como si fuera una kermesse o un circo, el tráfico de
hetairas, de mujerzuelas desvergonzadas, de PROSTITUTAS para no hablar con
eufemismos, que impúdicamente llegan y parten de ese antro erigido en las
puertas de nuestra ciudad por ese individuo sin ley y sin principios que
responde al nombre y apellido de Pantaleón Pantoja? El Sinchi pregunta:
¿qué poderosos y turbios intereses amparan a este sujeto para que, durante
dos largos años, haya podido dirigir en total impunidad un negocio tan
ilícito como próspero, tan denigrante como millonario, en las barbas de
toda la ciudadanía sana? No nos atemorizan las amenazas,
nadie puede sobornarnos,
nada atajará nuestra cruzada por el progreso, la moralidad, la cultura y
el patriotismo peruanista de la Amazonía. Ha llegado el momento de
enfrentarse al monstruo y, de un solo tajo. No queremos semejante
forúnculo en Iquitos, a todos se nos cae la cara de vergüenza y vivimos en
una constante zozobra y pesadilla con la existencia de ese complejo
industrial de meretrices que preside, como moderno sultán babilónico, el
tristemente célebre señor Pantoja quien no vacila, por su afán de riqueza
y explotación, en ofender y agraviar lo más sano que existe, como son la
familia, la religión y los cuarteles de los defensores de nuestra
integridad territorial y de la soberanía de la Patria. [...][2] Las
últimas palabras de esta desgraciada mujer cuyo testimonio acabamos de
llevar a vuestros oídos, queridos radioescuchas – me refiero a la
exvisitadora Maclovia. Han puesto dramáticamente el dedo en la llaga de un
asunto trágico y doloroso que retrata, mejor que una fotografía o una
película en tecnicolor, la idiosincrasia del personaje que luce en su
prontuario la gris hazaña de haber creado en Iquitos la más insospechada y
multitudinaria casa de perdición del país y, tal vez, de Sudamérica.
Porque, en efecto, es cierto y fehaciente que el señor Pantaleón Pantoja
tiene una familia, o mejor dicho tenía, y que ha venido llevando una doble
vida, hundido por una parte en la ciénaga pestilencial del negocio del
sexo, y por otra parte, aparentando una vida hogareña digna y respetable,
al amparo de la ignorancia en que tenía a sus seres queridos, su esposa y
su menor hijita, de sus verdaderas y pingues actividades. Pero un día se
hizo la luz de la verdad en el infeliz hogar y a la ignorancia de su
esposa engañada en lo más sagrado de su honor, tomó esta honesta dama la
determinación de abandonar el hogar mancillado por el escándalo. En el
aeropuerto “teniente Bergeri”, de Iquitos, para dar testimonio de su dolor
y para acompañarla hasta la escalerilla de la moderna aeronave Faucett que
habría de alejarla por los aires de nuestra querida ciudad, ¡ESTABA EL
SINCHI!:
[...]”[3]
*** - Solo los
impotentes, los eunucos y los asexuados pueden pretender que – sube y baja
entre arpegios, declama, se encabrita La Voz del Sinchi- los esforzados
defensores de la Patria, que se sacrifican sirviendo allá, en las
intrincadas fronteras, vivan en castidad viuda. [...]
-
Por la
maldita emisión del Sinchi de ayer – no responde a su saludo, no lo invita
a sentarse, coloca una cinta y enciende la grabadora el general Scavino-.
El zamarro no hizo más que hablar de usted, le dedicó los treinta minutos
del programa. ¿Le parece poca cosa, Pantoja?
-
¿Deben
nuestros valientes soldados recurrir al debilitante onanismo? –duda, danza
con los compases del vals “La Contamainina”, espera una respuesta,
interroga de nuevo La Voz del Sinchi-. ¿Regresar a la autogratificación
infantil?
-
¿La Voz
del Sinchi? – oye crujir, tartamudear, estropearse a la grabadora, ve al
general Scavino sacudirla, golpearla, probar todos los botones el capitán
Pantoja-. ¿Está seguro mi general? ¿Me atacó de nuevo?
-
Lo
defendió, lo defendió de nuevo- descubre que el enchufe se ha soltado,
murmura que estúpido, se agacha, conecta el aparato otra vez el general
Scavino-. Y es mil veces peor que si lo atacara. ¿No comprende? Esto deja
en ridículo y enloda al Ejército al mismo tiempo. [...]
-
El Supremo Gobierno debería condecorar con la Orden del Sol al señor
Pantaleón Pantoja – estalla, rutila entre Lux el Jabón que Perfuma, Coca-
Cola la Pausa que Refresca y Sonrisas Kolynosistas, dramatiza y exige La
Voz del
Sinchi-. Por la encomiástica labor que
realiza en procura de la satisfacción de las necesidades íntimas de los
centinelas del Perú.
-
Lo oyó
mi esposa y mis hijas tuvieron que darle sales – apaga la grabadora,
recorre la habitación con las manos a la espalda el general Scavino-. Nos
está convirtiendo en el hazmerreír de todo Iquitos con sus peroratas. ¿No
le ordené tomar medidas para que La Voz del Sinchi no se ocupara más del
Servicio de Visitadoras?
-
La
única manera de taparle la boca a ese sujeto es dándole un balazo o plata
– escucha la radio, ve a las visitadoras preparando los maletines para
embarcar, a Chuchupe montando a Dalila Pantaleón Pantoja-. Cargármelo me
traería muchos líos, no queda más remedio que calentarle la mano con unos
cuantos soles. Anda díselo Chupito. Que se presente aquí en el término de
la distancia.
-
¿Quiere
decir que destina parte del presupuesto del Servicio de Visitadoras a
sobornar periodistas? – lo examina de pies a cabeza, ancha las aletas de
la nariz, arruga la frente, muestra los incisivos el general Scavino-. Muy
interesante, capitán. [...]
-
Del
presupuesto no, eso es sagrado- distingue un ratoncito cruzando veloz el
alféizar de la ventana a pocos centímetros de la cabeza del general
Scavino el capitán Pantoja-. Usted tiene copia de la contabilidad para
comprobarlo. De mi propio sueldo, He tenido que sacrificar el 5% mensual
de mis haberes para callar a ese chantajista. No entiendo por qué ha hecho
esto.
-
Por
escrúpulos profesionales, por indignación moral, por solidaridad humana,
amigo Pantoja – entra al centro logístico dando un portazo, sube la
escalerilla del puesto de mando como un ventarrón, intenta abrazar al
señor Pantoja, se quita el saco, se sienta en el escritorio, ríe, truena,
arenga el Sinchi-. Porque no puedo soportar que haya gente aquí, en esta
ciudad donde mi santa madre me botó al mundo, que menosprecie su labor y
que todo el día eche sapos y culebras contra usted.
-
Nuestro
compromiso era clarísimo y usted lo ha violado- estrella una regla contra
un panel, tiene los labios llenos de saliva y los ojos incendiados,
rechina los dientes Pantaleón Pantoja-. ¿Para qué carajo los quinientos
soles mensuales? Para que se olvide de que el Servicio de Visitadoras
existe.
-
Es que
yo también soy humano, señor Pantoja, y sé asumir mis responsabilidades –
asiente, lo calma, gesticula, oye roncar la hélice, ve a Dalila correr por
el río levantando dos paredes de agua, la ve levarse, perderse en el cielo
el Sinchi-. Tengo sentimientos, impulsos, emociones. Donde voy, oigo
pestes contra usted y me caliento. No puedo permitir que calumnien a
alguien tan caballero. Sobre todo, siendo amigos.
-
Voy a
hacerle una advertencia muy seria, so grandísimo pendejo- lo coge de la
camisa, lo zamaquea de atrás adelante, de adelante atrás, lo ve asustarse,
enrojecer, temblar, lo suelta Pantaleón Pantoja-. Ya sabe lo que ocurrió
la vez pasada, cuando sus ataques al Servicio. Tuve que contener a las
visitadoras, querían sacarle los ojos y clavarlo en la Plaza de Armas.
-
Lo sé
de sobra amigo Pantoja – se arregla la camisa, trata de sonreír, recupera
el aplomo, se aprieta el cuello el Sinchi… ¿Cree que no me enteré que
habían pegado mi foto en la puerta de Pantilandia y que la escupían al
entrar y salir? [...]
-
Pero
ahora ellas están felices con los piropos que les echo en mi emisión,
señor Pantoja – se pone el saco, va hasta la baranda, hace adiós al Chino
Porfirio, vuelve al escritorio, soba el hombro del señor Pantoja, cruza
los dedos y jura el Sinchi-. Cuando me ven en la calle, me mandan besitos
volados. Vamos, amigo Pan-Pan, no lo tome a trágico, yo quería servirlo.
Pero, si prefiere, La Voz del Sinchi no lo mentará nunca más.
-
Porque
la primera vez que me nombre, o hable del Servicio, le echaré encima a las
cincuenta visitadoras y le advierto que todas tienen uñas largas – abre un
cajón del escritorio, saca un revólver, lo carga y descarga, hace girar el
tambor, encañona el pizarrón, el teléfono, las vigas Pantaleón Pantoja-. Y
si ellas no acaban con usted, lo remato yo, de un tiro en la cabeza.
¿Comprendido?
-
A
la perfección, amigo Pantoja, ni una palabra más- multiplica las venias,
las sonrisas, los adioses, baja la escalerilla de espaldas, echa a correr,
desaparece en la trocha a Iquitos el Sinchi-. Clarísimo como el sol.
¿Quién es el señor Pan-Pan? ¿No se le conoce, no existe, no se oyó nunca.
¿Y el Servicio de Visitadoras? Qué es eso, cómo e come eso. ¿Correcto?
Vaya, nos entendemos. Los quinientos solifacios de este mes ¿cómo siempre,
con Chupito? ...[5] * * * Hemos escogido algunos fragmentos de la obra Pantaleón y las Visitadoras
del laureado escritor nacional
Mario Vargas Llosa, por la manera en que describen el poder que tienen los
medios de comunicación y lo que puede suceder cuando algunos malos
profesionales de las ciencias de la comunicación o periodistas
aficionados, abusan del enorme poder que tienen. No en vano existe un
programa de televisión de señal abierta denominado Cuarto Poder. El
ciudadano de a pie y el funcionario o servidor público se encuentran en
total estado de indefensión frente a un ataque a su honor o a su intimidad
personal y familiar. Ninguna condena por delitos de injuria, calumnia o
difamación, o al pago de
indemnización o reparación civil podrán resarcir el daño causado. Ni
siquiera una rectificación oportuna. La novela trata la historia de Pantaleón Pantoja, un capitán del
ejército peruano que por órdenes superiores, organiza un servicio de
prostitución clandestina para los soldados que prestan servicios en la
Amazonía. Pantaleón Pantoja es un típico cultor de la
obediencia debida. “Las órdenes se cumplen, no se piensan” es su
lema. Vemos en escena al Sinchi, periodista radial, autodenominado
“Terror de autoridades corrompidas”.
Así como Atila, rey de los Hunos, era llamado
“El azote
de Dios” él se considera a sí
mismo como el “azote de jueces venales, remolino de la injusticia”.
El Sinchi refiere ser víctima de presiones de la sociedad loretana movida
por el escándalo, que quiere que hunda a Pantaleón Pantoja y a su Servicio
de Visitadoras. El Sinchi, como hombre sin prejuicios ofrece su ayuda a
Pantaleón, a cambio del pago de una suma de dinero,
“puesto que
también tiene que vivir y el aire no alimenta”.
Pantaleón se indigna inmediatamente ante el
chantaje[6]
y el Sinchi insiste en querer ayudarlo remarcando que
“Tumba
jueces, subprefectos, matrimonios”
y cual rayo láser, “lo que ataca se desintegra”. E insiste en su oferta en defender
radialmente al Servicio de Visitadoras y a Pantaleón
“por unos cuantos miserables soles”. Con qué descaro algunos malos periodistas dañan la honra de las personas
porque no se les compra el silencio pagando
“unos cuantos miserables soles”. O también cuando alguna parte
interesada se los paga. El Sinchi incluso lanza una amenaza al matrimonio de Pantaleón, pues era
indudable que su esposa no entendería el trabajo de su esposo, un capitán
del ejército que, por órdenes
superiores, se dedicaba a la misión secreta de administrar un contingente
de damas dedicadas a la llamada profesión más antigua del mundo, es decir
a una especie de proxenetismo[7] clandestino e
itinerante por la selva amazónica.
Luego que el enfurecido Pantaleón ordena a sus
ayudantes que arrojen al río al periodista radial, uno de ellos, el
teniente Bacacorzo le advierte del peligro
“-
Es un gran zamarro, sí, pero su
programa lo oyen hasta las piedras”
y “Ojalá que ese remojón en Itaya no
le traiga problemas, mi capitán”. Pantaleón responde que prefiere los
problemas antes que ceder ante el extorsionador. Más tarde, por orden
superior, tendría tragarse sus palabras y hacer lo contrario. Una vez rechazada su oferta o chantaje, para decirlo sin medias tintas,
el Sinchi inicia su ataque radial, apelando a la doble moral de la
sociedad loretana, lanzando una filípica contra el Servicio de
Visitadoras, Pantilandia, y
haciendo un relato del novedoso escándalo -iniciado hace dos años atrás-,
preguntándose por los oscuros intereses que protegían dicha actividad. El
Sinchi hace hincapié en su condición de
insobornable, como si alguien
hubiese querido comprar su silencio, y se erige en el paladín de
instituciones como la familia y el ejército peruano y hasta de la
religión. A continuación presenta el testimonio no muy convincente de una
ex visitadora, que llegaba a extrañar el grato ambiente de trabajo y el
buen trato laboral que le brindara Pantaleón Pantoja. El Sinchi llega al extremo de intentar entrevistar a la esposa de
Pantaleón, antes que esta abandonara la ciudad, herida por el escándalo.
Admitimos que en el caso de la novela, la existencia de un servicio
clandestino de visitadoras para las fuerzas armadas sin duda es
un hecho de interés público. Pero ¿qué interés público pueden tener los
sentimientos y emociones de la esposa de quien administraba o regentaba el
servicio, invadiendo su intimidad? ¿Verdad periodística? Todo lo sucedido
en el relato fue por el afán de lucro de un mal periodista radial. Para sorpresa de propios y extraños, en una suerte de espontáneo e
inusitado ejercicio de rectificación, el Sinchi comienza a hacer la
apología del Servicio de Visitadoras, apelando a la imposibilidad de los
soldados de mantener el celibato sin recurrir a la masturbación, llegando
al extremo de proponer que “El
Supremo Gobierno condecore con la Orden del Sol[8] al señor
Pantaleón Pantoja”, situación que pone en ridículo al Ejército, según
el General Scavino, quien recuerda a Pantaleón la orden de evitar que el
Sinchi difundiera toda clase de informaciones sobre el Servicio de
Visitadoras.
Pantaleón se encuentra en el triste dilema de asesinar al periodista o
sobornarlo. Entendiendo que lo primero le traería más problemas, opta por
lo segundo, pero no con dinero del ejército, sino con el suyo propio,
despejando así las hipócritas dudas del General Scavino. No perdemos de vista el caso de periodistas asesinados por ejercer su
profesión con veracidad y objetividad. Pero tampoco perdamos de vista el
caso de los tres magistrados peruanos asesinados en 2006. El Sinchi justifica su rol de defensor oficioso del Servicio de
Visitadoras, alegando “escrúpulos
profesionales”, “indignación
moral” y
“solidaridad humana”. Pantaleón
le recuerda su compromiso de guardar silencio respecto al Servicio de
Visitadoras, amenazándolo de muerte. Prometiendo cumplir con lo pactado,
el Sinchi se despide coordinando el pago de la última cuota vencida de su
soborno mensual.
A pesar de no ser escasos los abusos de algunos malos periodistas y
medios de comunicación en el ejercicio de sus libertades informativas, el
Tribunal Constitucional peruano ha tenido muy pocos casos en los que se
haya visto las tensiones entre las libertades informativas y el derecho a
la intimidad.
La tendencia del Tribunal Constitucional ha sido la de invocar la
prohibición de censura previa para desestimar las demandas de amparo y de
hábeas data[9].
Sin embargo, en algunos otros casos, que no necesariamente se relacionan
con conflictos entre las libertades informativas y el derecho a la
intimidad, se reconoce que no obstante la existencia de libertades
preferidas, el conflicto debe resolverse recurriendo a la técnica de la
ponderación[10].
En un reciente caso, el Tribunal reconoce que el derecho a la intimidad es
un límite a las libertades informativas[11].
Por su parte, la Corte Constitucional colombiana ha definido los
principios de libertad, finalidad, necesidad, veracidad e integridad,
señalando que:
Muchas veces el periodista excede los límites del principio de libertad, pues a veces se
invade la intimidad de las personas. Otras veces, se excede el principio
de finalidad, pues se vulnera derechos humanos como la presunción de
inocencia. También se excede el principio de necesidad, pues se revela
información que no tiene conexión alguna con la finalidad pretendida con
la divulgación. Otras veces no se cumple con el principio de veracidad,
pues la información obtenida de las fuentes no es verificada de modo
alguno, violándose también el principio de integridad pues no se presenta
la información completa sino datos parciales o fraccionados. O en otro
extremo se llega a difusión de versiones súper corregidas y súper
aumentadas de la realidad de los hechos.
En un proceso el juez debe realizar un juicio. Por otro lado el
periodista realiza un
juicio paralelo
que no es imparcial. A veces responde a las directivas del dueño
del medio de comunicación, a la convicción subjetiva del periodista, o a
la versión de alguna parte interesada (abogado o litigante), a veces
mediante el pago de una retribución.
Y de esa manera se intenta presionar al magistrado para que o se abstenga
por decoro[13]
o hacer que resuelva conforme a la
opinión pública, lo que me recuerda la imagen de
los judíos pidiendo el indulto de
Barrabás y la crucifixión de Jesús, y a Poncio Pilato lavándose las manos,
convencido de la inocencia del procesado pero a la vez muy preocupado por
no quedar mal con el César. Una canción de moda en los años ochenta decía
Nunca quedas mal con nadie. Difícil para el juez que resuelve no
quedar mal con alguna de las partes. Así, los evangelios no muestran a
Jesús procesado por autoridad incompetente y sin las garantías mínimas del
debido proceso, finalmente ajusticiado por su propio pueblo, incitado por
los sumos sacerdotes, escribas y fariseos.
Al respecto, González Prada decía:
“Y no valen pruebas
ni derechos. Como se busca un mal hombre para que pague un esquinazo, así
en los juicios intrincados se rebusca un juez para que anule un sumario,
fragüe otro nuevo y pronuncie una sentencia donde quede absuelto el
culpable y salga crucificado el inocente. Si por rarísima casualidad se
topa con un juez íntegro y rebelde a toda seducción (masculina o
femenina), entonces se recurre a una serie de recusaciones, hasta dar en
el maleable y el venal. Si por otra rarísima casualidad, al juez apetecido
no se le consigue en el lugar, se le
encarga, se le hace venir
desde unas doscientas o trescientas leguas”.
Quienes abogan por el dicho “la
voz del pueblo es la voz de Dios” se equivocan. De ahí que se diga que
el periodismo puede ser “la más
noble de las profesiones o el más vil de los oficios”.
Insistimos en que el Juez ha de resolver con imparcialidad, buscando la
verdad en el expediente y no para el agrado de la
“opinión pública”.
Frente a los peligros del positivismo y de la arbitrariedad del
Juzgador, ya decía González Prada:
“a fuerza de oír defender lo justo y lo injusto, con igual número de
razones, el magistrado concluye por encerrar la justicia en una simple
interpretación de la ley, así que un artículo del Código le sirve hoy para
sostener lo contrario de lo que ayer afirmaba”[14].
“el juez causa el daño sin arrastrar las consecuencias, parapetándose en
los Códigos y atribuyendo a deficiencias de la Ley los excesos de la
malicia personal”[15].
Frente a esto Juan Pablo II nos dice: “5. La deontología del juez
tiene su criterio inspirador en
el amor a la verdad. Así pues, ante todo debe estar convencido de
que la verdad existe. Por
eso, es preciso buscarla con auténtico deseo de conocerla, a pesar de
todos los inconvenientes que puedan derivar de ese conocimiento. Hay que
resistir al miedo a la verdad,
que a veces puede brotar del temor a herir a las personas. La
verdad, que es Cristo mismo (cf.
Jn 8, 32 y 36), nos libera de cualquier forma de componenda con las
mentiras interesadas. El juez que actúa
verdaderamente como juez, es decir, con justicia, no se deja condicionar
ni por sentimientos de falsa compasión hacia las personas, ni por falsos
modelos de pensamiento, aunque estén difundidos en el ambiente. Sabe que
las sentencias injustas jamás constituyen una verdadera solución pastoral,
y que el juicio de Dios sobre su proceder es lo que cuenta para la
eternidad[16].
(…)
Lo dicho por Juan Pablo II a los jueces canónicos es perfectamente
aplicable a los jueces de la justicia ordinaria. Obviamente en todas partes se cuecen habas. Dejando de lado las
generalizaciones extremistas, no todos los periodistas son como el Sinchi,
como tampoco es cierto que todos los magistrados y auxiliares
jurisdiccionales son corruptos. Algunos de ellos se comportan al mismísimo estilo del Sinchi. Frente a
un hecho conocido, la justicia de la causa, ofrecen sus servicios al
litigante o abogado rompiendo su deber de imparcialidad e incurriendo en
un acto de corrupción. Si el abogado o litigante no acepta el vil
ofrecimiento o éstos hacen caso omiso a la invitación a ofrecer se
convierten en sus adversarios. Si aquellos son aceptados, se convierten en
aliados. Así el servicio de justicia termina convertido en una mercancía,
en un autoservicio, o en una vil puja en la cual el resultado se
vende al mejor postor. Ojalá los litigantes y abogados, en lugar de ser autores o cómplices de
un delito[17], agravado en
el caso de los magistrados[18],
denunciaran al mal juez o auxiliar jurisdiccional. Lamentablemente el
temor de perder el proceso o sus malas costumbres hacen que litigantes y
abogados se coludan con malos jueces y auxiliares jurisdiccionales. Y que
no se denuncie con nombre y apellido los actos de corrupción. Un gran poder implica una gran responsabilidad. Con la misma
información, un mal periodista
puede difundirla en uno u otro sentido. “Así como te puedo sacar bueno,
te puedo sacar malo”, se dice
en el argot periodístico.
Con el mismo expediente, un mal juez puede resolver en uno u otro
sentido. Jueces y periodistas han de buscar la verdad y luchar contra la
corrupción, actuando con responsabilidad y asumiendo las consecuencias de
sus actos. La adjetivadas verdad
legal y
verdad periodística deben dar
paso a la verdad sustantiva.
No perdamos de vista las palabras de Juan Pablo II:
“Por último, un
momento importante de la búsqueda de la verdad es el de la
instrucción de la causa. Está amenazada en su misma razón de ser,
y degenera en puro formalismo, cuando el resultado del proceso se da por
descontado. Es verdad que también el deber de una justicia tempestiva
forma parte del servicio concreto de la verdad, y constituye un derecho de
las personas. Con todo, una falsa
celeridad, que vaya en detrimento de la verdad, es aún más
gravemente injusta”[19].
A nadie se puede juzgar sin investigación. La celeridad procesal no
implica falta de respeto del contradictorio, ni del derecho de defensa, ni
mucho menos puede ser sinónimo de arbitrariedad, ni de injusticia.
[1]
VARGAS LLOSA, MARIO. Pantaleón y las visitadoras, Barcelona,
Editorial Bruguera S.A., 1980, pp. 123-127.
[2]
Op. Cit. pp. 173-174.
[3]
Op. Cit. pp. 185-186.
[4]
Op. cit. pp. 188-189
[5]
Op. Cit. pp. 214-218.
[6]
“Código Penal. Artículo 201.- El que, haciendo
saber a otro que se dispone a publicar, denunciar o revelar un
hecho o conducta cuya divulgación puede perjudicarlo personalmente
o a un tercero con quien esté estrechamente vinculado, trata de
determinarlo o lo determina a comprar su silencio, será reprimido
con pena privativa de libertad no menor de tres ni mayor de seis
años y con ciento ochenta
a trescientos sesenta y cinco días-multa”.
[7]
“Código Penal.
Artículo 179.- El que
promueve o favorece la prostitución de otra persona, será
reprimido con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor
de cinco años. La pena será no menor de cuatro ni mayor de doce
años cuando:
1. La
víctima es menor de catorce años.
2. El autor
emplea violencia, engaño, abuso de autoridad, o cualquier medio de
intimidación.
3. La
víctima se encuentra privada de discernimiento por cualquier
causa.
4. El autor
es pariente dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo de
afinidad, o es cónyuge, concubino, adoptante, tutor o curador o
tiene al agraviado a su cuidado por cualquier motivo.
5. La
víctima está en situación de abandono o de extrema necesidad
económica.
6. El autor
haya hecho del proxenetismo su oficio o modo de vida.
Artículo
180.- El que explota la ganancia deshonesta obtenida por una
persona que ejerce la prostitución será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de tres ni mayor de ocho años.
Si la
víctima es menor de catorce años, o cónyuge, conviviente,
descendiente, hijo adoptivo, hijo de su cónyuge o de su
conviviente o si está a su cuidado, la pena será no menor de
cuatro ni mayor de doce años.
Artículo
181.- El que compromete, seduce, o sustrae a una persona para
entregarla a otro con el objeto de practicar relaciones sexuales,
o el que la entrega con este fin, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cinco años.
La pena
será no menor de cinco ni mayor de doce años, cuando:
1. La
víctima tiene menos de dieciocho años de edad.
2. El
agente emplea violencia, amenaza, abuso de autoridad u otro medio
de coerción.
3. La
víctima es cónyuge, concubina, descendiente, hijo adoptivo, hijo
de su cónyuge o de su concubina, o si está a su cuidado.
4. La
víctima es entregada a un proxeneta.
Artículo
182.- El que promueve o facilita la entrada o salida del país o el
traslado dentro del territorio de la República de una persona para
que ejerza la prostitución, será reprimido con pena privativa de
libertad no menor de cinco ni mayor de diez años.
La pena
será no menor de ocho ni mayor de doce años, si media alguna de
las circunstancias agravantes enumeradas en el artículo anterior.
[8]
Sobre la Orden “El Sol del Perú” u “Orden del Sol” puede
consultarse
http://www.rree.gob.pe/elministerio/Paginas/Condecoraciones.aspx.
[9]
Al respecto, puede revisarse:
-Sentencia de fecha 2 de noviembre de 1998, recaída en el
Expediente Nº 666-96-HD/TC. En
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/1998/00666-1996-HD.html.
-Sentencia de fecha 18 de octubre de 2000, recaída en el
Expediente Nº 748-2000-AA/TC. En http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2002/00748-2000-AA.html.
-Sentencia de fecha 14 de agosto de 2002, recaída en el Expediente
Nº
0905-2001AA/TC. En
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2002/00905-2001-AA.html.
[10]
Al respecto puede revisarse:
-Sentencia de fecha 29 de enero de 2003 recaída en el Expediente
Nº
1797-2002-HD/TC. En
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2003/01797-2002-HD.html.
-Sentencia de
fecha 6 de abril de 2004, recaída en el Expediente
N° 2579-2003-hd/TC.
En
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/02579-2003-HD.html.
-Sentencia de fecha
21 de enero de 2004, recaída en el Expediente N° 1219-2003-HD. En
http://www.tc.gob.pe/jurisprudencia/2004/01219-2003-HD.html.
[11]
Sentencia de fecha 17 de octubre de
2005, recaída en el Expediente N° 6712-2005-HC/TC (Caso Magaly
Medina).En
http://tc.gob.pe/jurisprudencia/2006/06712-2005-HC.html.
[12]
Sentencia Nº
T-787/04 de fecha 18 de agosto de 2004
En
http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2004/t-787-04.htm.
[13]
GONZÁLEZ PRADA, Manuel. Nuestros Magistrados. En
Horas de Lucha. Lima, Editorial Peisa, 1989 p. 129.
[14]
GONZALEZ PRADA, Manuel. Op. Cit, p. 132.
[15]
GONZALEZ PRADA, Manuel. Op. Cit. p. 133.
[16]
JUAN PABLO II.
Discurso al Tribunal de La Rota Romana con ocasión
de la Apertura del Año Judicial.
Sábado
29 de enero de 2005.
En
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2005/january/documents/hf_jp-ii_spe_20050129_roman-rota.html.
[17]
Código Penal. Artículo 393.- El
funcionario o servidor público que acepte o reciba donativo,
promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, para realizar u
omitir un acto en violación de sus obligaciones o el que las
acepta a consecuencia de haber faltado a ellas, será reprimido con
pena privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de ocho años
e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del
Código Penal.
El funcionario o servidor público que solicita, directa o indirectamente,
donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, para
realizar u omitir un acto en violación de sus obligaciones o a
consecuencia de haber faltado a ellas, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de seis ni mayor de ocho años e
inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del
Código Penal.
El funcionario o servidor público que condiciona su conducta funcional
derivada del cargo o empleo a la entrega o promesa de donativo o
ventaja, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
ocho ni mayor de diez años e inhabilitación conforme a los incisos
1 y 2 del artículo 36 del Código Penal."
"Artículo 394.- El funcionario o servidor público que acepte o reciba
donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio indebido
para realizar un acto propio de su cargo o empleo, sin faltar a su
obligación, o como consecuencia del ya realizado, será reprimido
con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de seis
años e inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36
del Código Penal.
El funcionario o servidor público que solicita, directa o indirectamente,
donativo, promesa o cualquier otra ventaja indebida para realizar
un acto propio de su cargo o empleo, sin faltar a su obligación, o
como consecuencia del ya realizado, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de cinco ni mayor de ocho años e
inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del
Código Penal."
[18]
"Artículo 395.- El Magistrado, Árbitro,
Fiscal, Perito, Miembro de Tribunal Administrativo o cualquier
otro análogo a los anteriores que bajo cualquier modalidad acepte
o reciba donativo, promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, a
sabiendas que es hecho con el fin de influir o decidir en asunto
sometido a su conocimiento o competencia, será reprimido con pena
privativa de libertad no menor de seis ni mayor de quince años e
inhabilitación conforme a los incisos 1 y 2 del artículo 36 del
Código Penal y con ciento ochenta a trescientos sesenta y cinco
días-multa.
El Magistrado, Árbitro, Fiscal, Perito, Miembro de Tribunal
Administrativo o cualquier otro análogo a los anteriores que bajo
cualquier modalidad solicite, directa o indirectamente, donativo,
promesa o cualquier otra ventaja o beneficio, con el fin de
influir en la decisión de un asunto que esté sometido a su
conocimiento, será reprimido con pena privativa de libertad no
menor de ocho ni mayor de quince años e inhabilitación conforme a
los incisos 1 y 2 del artículo 36 del Código Penal y con
trescientos sesenta y cinco a setecientos días-multa."
[19]
Discurso
del Santo Padre Juan pablo II al
Tribunal de la Rota Romana con ocasión de la apertura del
año judicial.
Sábado 29 de enero de 2005. En
https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/speeches/2005/january/documents/hf_jp-ii_spe_20050129_roman-rota.html.
*
Juez Titular del Primer Juzgado Especializado en lo Civil de Lima.
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