Revista Jurídica Cajamarca | |||
El libre albedrío'Abdú'l-Bahá (*)
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PREGUNTA: ¿Es el hombre un agente
libre en todos sus actos, o se halla compelido y sojuzgado? RESPUESTA: Este asunto es uno de
los problemas espirituales más importantes y abstrusos. Si Dios quiere,
otro día, antes de la cena, intentaremos una explicación pormenorizada.
Ahora lo trataremos en pocas palabras, como sigue. Algunas cosas dependen del libre
albedrío del hombre, tales como la justicia, la equidad, la tiranía y la
injusticia, en otras palabras, las buenas y malas obras. Es evidente y
obvio que estas obras dependen en su mayor parte de la voluntad humana.
Pero existen ciertas cosas a las cuales el hombre está obligado y
compelido, tales como el sueño, la muerte, las enfermedades, el declinar
de sus fuerzas, los quebrantos e infortunios, esto es, realidades no
sometidas a la voluntad del hombre, de las que el hombre no es responsable
y que no obstante está obligado a soportar. Mas en lo que se refiere a
elegir entre obrar el mal y el bien, el hombre es libre de obrar de
acuerdo con su propia voluntad. Por ejemplo, si así lo desea
puede destinar su tiempo a la alabanza de Dios, o bien ocuparse en otros
pensamientos; puede tornarse en un bienhechor amante del mundo, en una luz
incandescente encendida por el fuego del amor a Dios, o bien odiar al género
humano y dejarse absorber por las cosas materiales. Puede ser justo o
cruel. Semejantes actos y obras están sujetos a la voluntad del hombre
mismo y de ahí su responsabilidad ante ellos. Surge ahora otra consideración.
Puesto que la fuerza y el poder pertenecen especialmente a Dios, el hombre
se halla absolutamente desvalido y dependiente. Tanto la exaltación como
la humillación dependen del beneplácito y aquiescencia del Altísimo. Se dice en el Nuevo Testamento que
Dios es como un alfarero que hizo "un vaso para la honra y otro vaso
para la deshonra."154 Ahora bien, el vaso para la deshonra no tiene
derecho de poner reparos al alfarero, diciéndole: "¿Por qué no has
hecho de mí una copa preciosa para que pase de mano en mano?" El
significado del versículo es que las condiciones de los seres son
diferentes. Lo que ocupa el escalón más bajo de la existencia, como el
mineral, no tiene derecho de quejarse, diciendo: "Oh Dios. ¿por qué
no me has concedido las perfecciones de la planta?" De igual modo, la
planta no tiene derecho de lamentarse porque haya sido privada de las
perfecciones del mundo animal. Tampoco es propio que el animal se queje
por carecer de las perfecciones humanas. No, todos estos seres son
perfectos en su propio orden, y deben esforzarse por adquirir las
perfecciones de su rango. Los seres inferiores, como ya hemos dicho, no
tienen derecho ni están en condiciones de poseer las perfecciones
superiores, sino que sus progresos deben llevarse a cabo dentro de su
propia esfera. Además, la inacción o el
movimiento del hombre dependen de la asistencia de Dios. Sin asistencia,
no está capacitado para hacer el bien o el mal. Pero cuando la ayuda de
la existencia le llega del Generoso Señor, está capacitado para hacer
tanto el bien como el mal. Mas si la ayuda le es interrumpida, se ve
imposibilitado del todo. Esta es la razón de que los Libros Sagrados
hablen de la ayuda y asistencia de Dios. Es como la situación de un barco
movido por la fuerza del viento o del vapor; si la fuerza cesa, el barco
no es capaz de moverse. El timón del barco lo hace girar hacia un lado o
hacia el otro. La fuerza del vapor lo mueve hacia la dirección deseada;
si se dirige al Este, va hacia el Este; si se dirige al Oeste, va hacia el
Oeste. No obstante, el movimiento no proviene del barco, sino del viento o
del vapor. De modo similar, en toda acción o
inacción el hombre recibe poder de Dios; no obstante, la elección del
bien o del mal corresponde al hombre mismo. De modo que si un rey
designase a alguien como gobernante de una ciudad, confiriéndole
autoridad y mostrándole los caminos de la justicia y de la injusticia según
las leyes, y si luego este gobernante cometiera injusticia, aunque
estuviera actuando por la autoridad y el poder del rey, este último
quedaría absuelto del cargo de injusticia. Pero aunque actuase con
justicia, también lo haría por la autoridad del rey, quien en tal caso
estaría complacido y satisfecho. Es decir, elegir entre el bien y
el mal corresponde al hombre, en todo momento él depende de la ayuda
sustentadora de vida procedente del Omnipotente. El Reino de Dios es muy
vasto; todos estamos cautivos en el puño de su Poder. El siervo no puede
hacer nada por su propia voluntad; Dios es el Poderoso, el Omnipotente, y
el que ayuda a todos los seres. El tema ha quedado dilucidado. ¡Enhorabuena! (*) Filósofo persa (1844-1921). Autor de las obras "Filosofía Divina", "Fundamentos de Unidad Mundial", "Secreto de la Civilización Divina", "Respuestas a algunas preguntas", entre otras. El presente texto ha sido extraído de la obra "Contestación a unas Preguntas" editada por Laura Clifford Barney de Editorial BAHA’I. 4ta. Edición revisada. Buenos Aires, 1972.
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