Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Hoy estuve aburrida y esta vez, no me arrepiento

Elena Mercedes Barrueto Salas (*)


 

            Como toda buena peruana, o mejor dicho como buena tercermundista, pero aun con un rezago de preocupación y de interrogantes existencialistas –o talvez no tan existencialistas, sino preguntas elementales de la realidad, pero que siendo tan esporádicas en el tiempo adquieren la apariencia de filosóficas- he tomado, de pura casualidad y obligada por el aburrimiento y la soledad, un libro, cuyo autor no era de mi agrado, puesto que gracias a la televisión populacha y a la prensa poco profesional, que acostumbro a ver y a leer –cínicamente lo acepto y mi explicación es que los medios no ofrecen cosa diferente-, y a los juegos sucios de la política se lo mostró como un personaje que manipuló al poco inteligente –adjetivo diplomático- pueblo peruano, aun cuando sentía asco por él, para alcanzar sus fines políticos.

                Tiempo atrás ya había leído algunas obras de este literato, sintiéndome, confieso, atraída por el argumento de las mismas, pero sin dejar de sentir ese rechazo y resentimiento hacia él. Algo distinto sucedió esta vez: Una mezcla de arrepentimiento, vergüenza, identificación y admiración.

                Arrepentimiento porque he confirmado, según mi experiencia personal, que de verdad los peruanos no podemos aceptar,  o no podemos creer, o no queremos creer que alguien igual a nosotros, y digo igual refiriéndome a que no tiene nada sobre natural que lo haga especial, que nació también en la poco afortunada tierra nuestra y que al parecer cuenta con medios que todos desearíamos tener, pero que no los tenemos (dinero, contactos, un círculo social exclusivo) pueda ser realmente sobresaliente y reconocido en lo que le gusta hacer, muy por el contrario, esperamos la comisión del más mínimo error –para interés de otros y satisfacción de nuestras ganas de encontrar la imperfección en los demás- para echarlos abajo.

                Vergüenza porque he sido víctima frecuente, al igual que muchas personas, del aburrimiento dejando que pase el tiempo y estancando mi vida sin darle nada nuevo ni alimentándola cada día. He pensado que no hay nada por hacer y que la falta de medios económicos no permiten abrir fronteras y que no queda otra cosa que aceptar que no hay oportunidad. ¿Cómo no sentir vergüenza por esta pobreza de pensamientos, que hasta son parte de sentimientos?

                En el camino de la lectura comprendí que el tiempo puede dejar de ser aburrido y deprimente si es que leer un libro estuviera en la lista de nuestros más grandes placeres. Cuando el autor narra con pasión todos los libros que ha leído y todas las horas de su vida que les ha dedicado, he sentido vergüenza. Alguna vez escuché que el Perú ocupa uno de los últimos lugares en cuanto a libros leídos por persona. ¿Cómo no sentir vergüenza por esto?

                Identificación en cuanto a  pensamiento, percibo en el autor, a través de su obra, un sentimiento de cariño inconsciente – inconsciente porque no es algo que él quisiera, sino porque le nace- y una crítica constante, auténtica y real hacia el lugar donde nació.

                Vivimos indefectiblemente en un país tercermundista que no dejará de ser tal, si es que cada uno de nosotros no nos tomamos un momento para reflexionar y adoptar una actitud positiva. No dejará de ser tal si es que seguimos achacándoles nuestros males actuales a foráneos “visitantes” de hace más de quinientos años. No dejará de ser tal si es que dejáramos de hacer de la política una cochinada y participáramos de ella en su real esencia.

                Admiración porque generalmente de experiencias difíciles y poco comunes las personas solemos hacer nuestros traumas, y no conseguir nada bueno de ellos; sin embargo el autor comparte con nosotros una de esas experiencias, que sin duda fue determinante en su vida, pero que además trajo como adicción y refugio a la lectura. Sentir miedo incontenible, como aquel que siente un niño en la oscuridad, dio paso a la soledad y casi al aislamiento total, esto en la dimensión física y social, porque encontró en sus libros la compañía de personajes fantásticos, el viaje a lugares inimaginables y el más verdadero apasionamiento – apasionamiento que es fácilmente transmitido en su obra –

                Te estoy hablando de Mario Vargas Llosa y su obra “Pez en el agua”. Tal vez soy la menos indicada, pero te recomiendo que la leas, quizá no percibas lo mismo que yo, pero si quieres sacarle provecho a una lectura, cualquiera que sea, tendrás tu propio mensaje.

 


 


(*) Alumna del Sexto Año de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca.


 

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