Revista Jurídica Cajamarca

 
 

 

Sonetos

Mario Lohonel Abanto Quevedo (*)

 


 

Para Sandra, manantial inagotable de mi sentir.

 

I

Amada mía reposa aquí,

sobre mi pecho entonces coronado

y siéntelo por ti emocionado

oyendo el arrullo de su carmesí.

 

Deja que el cielo beba de ti

y reclama su celeste azulado

pues por tus ojos se ve reflejado

en privilegio que no consentí.

 

Cuando celoso el sol no te dé calor,

acude a mis brazos presurosa

y hallarás en ellos todo mi fervor.

 

Cuando la luna se oculte envidiosa,

siente en mis besos mi cálido amor

que doy entero a la mujer más hermosa.

 

II

 

Cuando encalle tu nave y no pueda ver,

porque ciegas olas, mal la han tratado

y su burla a tu alma ha amilanado;

temiendo otra vez a la mar volver...

 

Cuando insegura debas temer

porque un proceder te ha intimidado,

no siendo tu quien lo ha propiciado

y desistes para no padecer...

 

Entonces seré el mar para acogerte;

que nos favorezca rogaré al viento

y la Osa Mayor nos dará suerte...

 

Mi brazo te conducirá muy atento,

y el temor no podrá sobrecogerte

pues teme hoy lo que yo por ti siento.

 

III

Ya que intentar hacer un verso

para su rutilar no es suficiente,

y no me perdona verle silente,

ahora estoy en la tarea inmerso.

 

Y no hallar símil para un rostro terso

un verso hilar impide a mi mente

ayudar quiera Dios de repente,

cuando por su gracia tendrá un converso.

 

Es mi calidoscopio tu mirar,

y de estos versos, tu euritmia, la trama

y el motivo para tu sublimar.

 

Añoraba el amor del verso quien ama,

como por el ave, que al volar,

en su soledad dejó a la rama.

 

IV

Ya no escribiré más otro soneto:

la inspiración debe ser mi musa,

pero si ésta a mi petición rehusa

algún motivo tendrá muy secreto.

 

Y esto no es traicionar mi respeto

sin embargo, mi alma dolor acusa

y mi lápiz de la palabra abusa

llorando en el cercano terceto.

 

Y sucede que dejarle no puedo

y la vida ya no llora mi drama

cuando a sus ojos mi ser concedo.

 

Pese a que su consentimiento clama

cuando lucha con el que antecedo,

la sangre que cae es de quien ama.

V

Al verte a ti pudo Dios darse cuenta

que lo muy perfecto de su creación

llegaría más allá de su intención,

pues bella asoma una gran afrenta.

 

Es que surges de su interior muy lenta,

como alimenta una canción

las esperanzas de una ilusión,

rutilas firme en mi mirada atenta.

 

Y por más precaución, que por justicia,

tu luz hacia mi ha encaminado

haciendo en tus ojos una caricia.

 

Como quien del pecado se ha salvado

y sabe que su gracia no es ficticia,

yo quiero vivir siempre a tu lado.

VI

Mucho te he acostumbrado al soneto

sin ser la única manera de amarte,

y busco ahora cómo recordarte

aunque conmigo mismo entable el reto.

 

Teniendo el corazón de amor repleto

no puedo hacer más que adorarte;

cuando una lira no sé elaborarte

es que del verso no gano el respeto.

 

Y no lo consigo por más que intento

y al rígido soneto sigo atado,

como a tus manos cuando estoy contento.

 

Termino de escribir abrumado,

por tu amor y por lo que por ti siento:

cambiar no sé, pues me has enamorado.

 

VII

Ser el viento y colarme entre ellos

al acariciar tus cabellos...

 

Ser el agua que ávida bebes

y que refresca tus mejillas leves...

 

Ser la tierra divina que abre camino cuidadoso

a tu paso iluso y azaroso...

 

Ser el calor solar que enciende tu faz

y tu vida regocija y llena de paz...

 

Ser lo que soy no siendo lo que quiero ser:

estar lejos de ti es una manera de perecer.

 

 


 


(*) Alumno del 2do. Año de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Cajamarca.


 

Página anterior

Índice

Página siguiente